Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De Eugenio Noel, extravagante antitaurino procedente del seminario de Tardajos, Burgos, cuenta la feminista Carmen de Burgos, Colombine, pareja o así de Gómez de la Serna, que era un loco de la notoriedad: “De jovencito se encerró en un sótano, ni más ni menos que un castor. ¿Para qué lo hizo? Para que lo llamasen genio.”
El castor es el animal industrioso por excelencia. Circula por las redes el video de un castor de piso que echa el día entero en construir barricadas en la vivienda con trapos, muñecos y cualquier cachivache que le proporcione su ingenio para construir en un pasillo la presa que, de ser libre, construiría en un río. Al verlo, resulta imposible no acordarse de Xavi, del que se burlan porque justifica las derrotas del Barcelona con la cosa de que se trata de “un equipo en construcción”, la Xavineta, cuya construcción vendría a ser un mandato genético que dura toda la vida, como en el caso del “Castor fiber”. ¡A Belén castores!
Xavi tiene de Noel la necesidad de que lo llamen genio, y de castor, la felicidad de habitar una casa en obras. Los costumbristas españoles que viajaban a Nueva York veían una ciudad en obras, y remataban con asombro: “¡Pero el día que lo inauguren!...” Salvo un payés paisano de Xavi, Pla (el escritor de Palafrugell, por favor, no el cantautor de Sabadell), tan boquiabierto ante el espectáculo como los demás, pero que al ver el derroche de luces en los rascacielos tuvo que preguntar a su guía: “Escolti, i tot això qui ho paga?” Seguramente, los palanqueros capitalistas de Wall Street. Es la pregunta que el sábado hubiera hecho Pla viendo que en la Xavineta, ese eterno “Verano Azul” de La Masía, sólo había dos canteranos, y por necesidad.
Bellingham le dejó a Xavi en el Clásico una media lagartijera que desde entonces tiene al equipo aculado en tablas, aunque saldrá de ésta, porque el fútbol parece estar tan “podre” como todo lo demás y tampoco hay mal que cien años dure, ni siquiera una “casa en construcción” de Xavi, que depende de los goles de un cedido del Atlético, el aspirante que en Bilbao, perdiendo 2-0 con el Athletic, retiró a un delantero, Morata, para meter a un defensor, Azpilicueta, cosas que en España acreditan de genio a Simeone. Mejor no se lo podían poner todos a Ancelotti, que anda el hombre de Papá Noel por el Nuevo Bernabéu, cuya inauguración se demora, y a cambio recibe la visita de Endrick Felipe Moreira de Sousa, de diecisiete años, que no sé yo cómo en Barajas no se arrepintió de haber venido, con el espectáculo de los periodistas, los mismos que dentro de nada le van a pegar, metiéndole periódicos en la boca para conseguir el selfie de la cabecera. “Tengo el corazón de hielo”, explicó el chico, en resumn de un poema de Vallejo: “Mas si se ha de sufrir de mito a mito, / y a hablarme llegas masticando hielo, / mastiquemos brasas”. Luego saludó a los jugadores madridistas, que parecen respetarlo como tal vez ya no harían con Mbappé, que en la imaginación popular ejerce la misma fascinación que un cajero automático.
El debate navideño en el Real Madrid es quién tira los penaltis. Parece una tontería, pero uno ha visto lanzarlos a la grada a Cristiano, a Kaká y a Ramos en unas semifinales de Champions con el Bayern. Modric falló el suyo el otro día con el Unión Berlín, pero Modric tiene ahora (ahora es ahora) a favor a la gente del Relato. Modric y Kroos son, por desgaste y edad, dos rémoras para el despegue y consagración definitiva de la línea beatle (Valverde, Aureliano, Camavinga, Bellingham); su certificado de caducidad lo expendió el City en la semifinal de Champions. Mas el Relato, que se vale del piperío más obsceno para enredar, pone una vela a Modric, el cuarentón que comparte club y selección, y otra a Kroos, que de oír lo bueno que es (no lo que otros tienen que correr por él) da vueltas a lo de regresar a la selección. El Madrid de Modric y Kroos es, por el ritmo, un equipo para el alma melancólica de Joselu, y el Madrid de los cuatro bichos de arriba es un equipo para la locura de Vinicius y Rodrygo, y ya no digamos para la de Endrick, que podría sumirse en la depresión si, además de someterse a los periodistas de Barajas, se viera sometido al trote cochinero de la bumerada blanca. Ahí están los recuerdos Modric-Kroos del derbi madrileño. O los del Clásico, donde Kroos hizo internacional a Fermín López, natural de El Campillo, Huelva. Pero el piperío es reaccionario, y antes veremos la llegada de la Superliga (¡ojalá!) que la merecida jubilación de Modric y Kroos, que se resisten a la despedida como el uefo Ceferino, que se valdría de una gatera jurídica para amarrarse al sillón hasta el 31, fecha en la cual Xavi seguirá “construyendo” su proyecto.
ONCE DE MOURINHO
En el once ideal de Mourinho no está Modric, y, sin embargo, está Hazard. Ese once es el siguiente: Cech, Zanetti, Terry, Carvalho, Gallas, Lampard, Ozil, Cristiano, Makelele, Hazard y Drogba. En total, cinco madridistas, si contamos al belga como tal, con Cristiano, Makelele, Ozil y Carvalho. Hazard nació tan bueno que ha pasado a la historia sólo con una temporada en su haber, la que hizo en el Chelsea con Mourinho, en cuyo despido participó porque estaba harto de correr. Pudiendo ser Aquiles, eligió ser tortuga. Dios da pañuelo a quien no tiene mocos.
[Lunes, 18 de Diciembre]