Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Benzemá encontró la paz en Arabia, que lo ha bañado en oro; Hazard, en la jubilación; y Joao Félix, el Félix de los ingenios colchonero, en Barcelona, donde Laporta acaba de multiplicarle el salario por diez. ¿Por qué? Por la plusvalía.
La plusvalía era una cosa que discutían en TV el pelafustán de Pablo Iglesias (profesor universitario que enseñaba que la teoría de la relatividad era de Newton) y Antonio Escohotado, obligado a caer tan bajo que ni siquiera se hacía daño.
–¿Qué es esto de la plusvalía? ¿Es cuantificable la plusvalía? –preguntaba retóricamente Escohotado, a lo que Pablemos, obligado como ex becario de Blesa en Cambridge a dar nombres, citaba a Ricardo…
–La tesis de Ricardo, que no de Marx, es que la clave del valor es el trabajo –acotaba, a punto de ahogamiento por engolamiento, Pablemos.
–¡Es una tesis delirante! –insistía Escohotado–. Y no es de Ricardo, sino de Owen. ¡De la bondad de Owen, metido a empresario!
Nuestro Owen en España debe de ser Laporta, en quien todo lo delirante halla asiento, que a los tres meses de recibir en cesión a Joao Félix , sobre la idea de que la clave del valor es el trabajo, ante el trabajo de Joao Félix en el campo, decide multiplicarle el salario por diez, pasando de los cuatrocientos mil euros, que en España es la asignación de cualquier pelanas de la política, a los cuatro millones, que en el fútbol es salario de becario, pero que permite a Joao, si hay un descanso competitivo, viajar a Viseu a visitar a su familia.
No es ninguna tontería la decisión de Laporta, en plena lucha de clases por el salario mínimo de los futbolistas y la igualdad salarial de las mujeres. Tras la subida, Joao cobra aún tres millones menos que Megan Rapinoe, pero se iguala con Alexia Putellas, y puede decirse que esta conquista se la debe a Simeone, que lo largó del Atlético, donde Cerezo, que tampoco ha leído a Owen, no le hubiera aplicado la tesis del trabajo como clave del valor.
Laporta, en cambio, tiene el club en beneficios que nada han de envidiar al modelo Premier gracias a sus lecturas económicas proporcionadas por la biblioteca marxista-trotskista de Roures.
–La teoría de la plusvalía –leíamos en un manual escolar– es familiar bajo formas diversas a Sismondi y a Prouddhon, y aun al fisiócrata Quesnay. En cuanto a la teoría marxista del valor, procede ostensiblemente de Adam Smith y, especialmente, de Ricardo.
¿Comprenden ustedes ahora por qué un futbolista contemporáneo necesita de un agente con un músculo financiero semejante al de Elon Musk?
La necesidad de dirigentes futbolísticos con cultura marxista (el bueno es Roures, pero nos vale Valdano) viene dada por la teoría de la plusvalía, que, con el materialismo histórico, constituye el elemento básico del sistema de Marx, entre cuyos papelajos había un manuscrito de ochocientas páginas dedicadas a una historia crítica de la teoría de la plusvalía que Engels intentó publicar bajo forma de libro cuarto de “El Capital”, desafío que hoy podría afrontar La Masía con vistas a la formación social de los canteranos que un día tendrán por ídolo a Joao Félix, el Bosman de la tesis de la plusvalía.
En sus “Usos del pesimismo” el inglés Roger Scruton ve esta sociedad como un juego de suma cero (“cada pérdida es la ganancia de otro”), donde cada éxito de los triunfadores supone la derrota de los perdedores (la gente de fútbol lo entenderá antes). La falacia de la “suma cero” es la raíz del pensamiento socialista desde que Marx formuló la teoría de la plusvalía, según la cual el beneficio del capitalismo es confiscado directamente de la fuerza de trabajo. Es decir, si entendemos correctamente el dogma, que los beneficios declarados del Barcelona en el balance salían de las asistencias de Joao Félix en el campo: “Dado que todo valor se origina en el trabajo (partido de fútbol), una parte de ese valor que es producido por el trabajador (Joao Félix) lo adquiere el capitalista (el socio) en forma de “provecho” o “plusvalía”:
–El trabajador es compensado con un salario suficiente para “reproducir su capacidad de trabajo”, pero el capitalista retiene la “plusvalía”. En resumen: todo el beneficio que queda en manos del capitalista es una pérdida infligida al trabajador; una confiscación de “horas de trabajo no remunerado”.
El reconocimiento de la plusvalía culé del colchonero Joao Félix, un futbolista que corría el riesgo de morir de hambre como el asno de Buridán entre dos clubs hermanos, supone la mayor conquista cultural del marxismo ibérico.
MAREAR A BELLINGHAM
Valdano, que funge de uruguayo (de Uruguay, dicen los cubanos, viene toda la embarrazón de izquierda en Hispanoamérica), pide el Balón de Oro para Rodri Hernández, no por Rodri Hernández, que es lo que es (para Luis Enrique, un central más), sino por Pep. Sí, oh, Pep. My Pep. El Pep que dedicó media jornada laboral a comerle la oreja a Bellingham, ya jugador del Real Madrid, para llevárselo al City, el club, según Pep, que ha inventado el prestigio, y por consiguiente, la Historia. Marear a Bellingham será el objetivo del “peperismo” para la próxima década.
[Lunes, 16 de Octubre]