Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Criado en la fe y el ejemplo del Islam (hasta su conversión al cristianismo, que “duró seis años”), Mosab Yousef, autor de “Hijo de Hamás”, 2010, dibuja la vida islámica como una escalera que tiene la oración y la alabanza a Alá en el primer peldaño: “Los escalones del medio representan la ayuda a los pobres y a los necesitados, el sostenimiento de la beneficencia…”
–Y el peldaño más alto es la “yihad”.
Como agente doble que fue, Mosab Yousef tiene dos perspectivas: la de Israel, que en los nacionalistas de la OLP veía un problema político necesitado de una solución política; y la de Palestina, donde Hamás convirtió el problema político en religioso, necesitado, por tanto, de una solución religiosa, “lo cual significa que nunca podrá ser resuelto”.
Guerras y religiones. En “El mito de la violencia religiosa”, 2009, el teólogo católico William T. Cavanaughh desmonta la leyenda del Estado como Séptimo de Caballería que aparece para imponer la paz finiquitando las guerras de religión, cuando, bien mirado, fue el Estado el instrumento belicoso para arrebatar sus poderes a la “religión”, concepto, por cierto, que aún está por definir en su sentido moderno.
Charles Tilly, historiador norteamericano, atribuyó el éxito europeo del Estado-Nación a su capacidad para extraer recursos de la población: sus impulsores dieron con la máquina de hacerlo, y a la vez, de contener los esfuerzos de esa población por resistirse a la extracción.
En un artículo titulado “Guerra y construcción del Estado como crimen organizado”, 1985, Tilly propone la analogía del “impuesto revolucionario” para explicar la formación del Estado occidental: “La afirmación de que los Estados nacientes ofrecían a sus ciudadanos protección contra la violencia ignora el hecho de que el Estado mismo creaba la amenaza, y luego cobraba a sus ciudadanos por reducirla”:
–El retrato de unos hombres que hacen la guerra y el Estado como empresarios que buscan sus propios intereses y los imponen por la fuerza se parece bastante más a los hechos que sus alternativas: el contrato social, etcétera.
Cavanaugh reúne muchos datos que sugieren que la transferencia de poder hacia el Estado emergente fue causa, y no solución, de las guerras del XVI y XVII: “Las llamadas guerras de religión surgen como guerras que libran las elites constructoras del Estado con el propósito de consolidar su poder sobre la Iglesia y otros rivales”.
–El concepto de religión que usan los teóricos es un invento del Estado liberal moderno. La distinción religioso-secular va acompañada de la invención de las dicotomías privado-público, religión política e Iglesia-Estado.
Para Cavanaugh, la idea de que la religión causa violencia podría no ser una simple observación empírica neutra, y tendría una función ideológica encaminada a legitimar cierto tipo de prácticas y a deslegitimar otras.
[Martes, 24 de Octubre]