Javier Torrox
Sorprende que los miembros del Consejo de Ancianos del PSOE puedan sorprenderse de que el PSOE sea el PSOE. Han salido en tropel, alarmados ante la posibilidad de que el jefe del partido haga lo que han hecho todos los que le han precedido en el cargo. Pero es que ahora ya va en serio.
El envite que asoma es de tal envergadura que amenaza con ser la reiteración amplificada del golpe a la Nación de la Generalidad de Cataluña. Si en 2017 fueron el Gobierno y el Parlamento regionales sus autores, ahora son los poderes Ejecutivo y Legislativo nacionales los que parecen dispuestos a dar de cuchilladas al sujeto político español con la cooperación de la fábrica de coartadas que es el Tribunal Constitucional.
Esta es la razón por la que se han presentado en la feria media docena de carcamales del partido. Todos ellos escandalizados de que haya apuestas en el casino del 78 –una vez retiradas sus ganancias, claro–. Que sea la plana mayor de los yayos del PSOE la que salga al césped a cortejar el amor pepero y a darse piquitos con toda la prensa orgánica da la medida del calado de lo por venir. Hemos visto desfilar por televisiones, radios y periódicos a veteranísimos tahúres como Alfonso Guerra y Joaquín Almunia. Hasta el dominicano Felipe González se ha pronunciado contra sí mismo; esto es, contra el rumbo federalista del PSOE que él personalmente impulsó desde que fue elegido su secretario general en octubre de 1974.
Surenes (Francia) es la casilla de salida del PSOE actual, el que vertebra el 78. Fue su XXVI Congreso –el XIII en la inoperancia exterior–. El señor González arrebató el control del partido al histórico Rodolfo Llopis. Bajo la dirección del antillano de Sevilla, dieron su aprobación al «derecho de autodeterminación» de «cada nacionalidad» en una «Resolución sobre nacionalidades y regiones»:
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