lunes, 2 de octubre de 2023

El derbi más "postrimero"


Los Jeroglíficos de las Postrimerías

Valdés Leal

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Una rosa es una rosa es una rosa y un derbi es un derbi es un derbi.


    Lo de la rosa (“A rose is a rose is a rose”) lo dijo Gertrude Stein, mascota de la Generación Perdida americana, que hoy estaría aventando el Alzamiento feminista en la Federación de fútbol, cuyos graves voceros (además de los hirientes chillidos de Carlos Martínez) son Relaño, nuestro Paulo Freire, y Ferreras, nuestro Derrick Bel, que han legado a la posteridad un par de líneas de mármol: “Sé que hay gente que no entiende a estas mujeres. Yo sí. Se quejan de un desprecio ancestral” (Relaño). “Es un asunto de dignidad humana” (Ferreras). Hablando de líneas: no nos olvidemos del linemán, como los llamaba Bilardo, que el día de la Real Sociedad en el Bernabéu hizo de recogepelotas (así empezó Guardiola) y entró al campo a patear el balón para que el portero Arrizabalaga, que iba ganando, no perdiera tiempo. Al parecer, este simpático personaje (¡lo que nos faltaba para el duro!) fue en su día suspendido por ‘ser demasiado amigable’ en un Clásico con los jugadores del Barcelona.


    Y lo del derbi lo dice, o puede decirlo, Ancelotti, que ha llegado al derbi gracias a Bellingham, que vino como asistente de Mbappé y es el asistido de Joselu. Por Bellingham cambió Ancelotti el sistema, un sistema que reduce la producción de goles a Bellingham, negro-torero, que hace goles de puntillero, es decir, a capón y en el último minuto, que es el 94.


    El minuto 94 distingue para bien al Madrid y para mal al Atlético, que en Champions fue apuntillado en Roma por el portero de la Lazio, dorsal 94, en el minuto 94, precisamente el minuto en que Bellingham, con un desmarque a lo Gerd Müller, salvaba al Madrid ante los berlineses de Bonucci. Cuando Courtois habló del lado malo y del lado bueno de la historia (él ha vividos en los dos) se refería a esto. Quienes no estén familiarizados con la figura del puntillero, que vean Justino, un asesino de la tercera edad, la historia de un puntillero de la plaza de toros jubilado, y comprenderán la habilidad (no la fortuna) de Bellingham para apuntillar a los equipos que no acaban de entregarse.


    El derbi madrileño, pues, más que postinero, es un Derbi Postrimero, ya que ese minuto 94 tremendo y postrero que marca a ambos equipos representa los 90 minutos del fútbol y las 4 Postrimerías (muerte, juicio, infierno y gloria) del catecismo. Los atléticos atribuyen lo suyo a la fatalidad, mientras que los madridistas lo suyo lo atribuyen a su mentalidad deportiva, que no sería la de Santayana, sino la de Bellingham.


    Santayana, filósofo español en América, llamaba “mentalidad deportiva” a una inteligencia imparcial que estaba en los antiguos filósofos (Montaigne, Voltaire, Hobbes, doctor Johnson…). La “mentalidad deportiva” de Bellingham, el hombre de la puntilla, la resumió Camavinga con una anécdota: cuando ganó su primer título, entró al vestuario esperando una fiesta, y no había nada, porque todo el mundo andaba conjurándose para ganar el siguiente.


    Un derbi madrileño con medio Vinicius y sin Joao Félix, un portugués, como Velázquez, que retrata a Simeone, que lo ponía a marcar al carrilero contrario. Cedido al Barcelona por el Atlético, que es como el Espanyol para el Madrid (ahí está Joselu), Joao se ha quitado dos pesos de encima, el peso de Simeone (“ese señor de negro”, que diría Mingote) y el peso de los millones, pues al parecer, con tal de jugar, juega de balde, detalle que contradice un poco la vindicación feminista de igualdad salarial en el fútbol, cuyos números redondos, Mundial frente a Mundial, son un poco extraños: de los seis billones generados por el Mundial masculino, los hombres se repartieron un fondo de cuatrocientos, que hace un porcentaje del siete; y de los ciento treinta millones generados por el Mundial femenino, las mujeres se repartieron un fondo de treinta, que hace un porcentaje del veinte.


    En tanto que espectador, a uno le pasa con el fútbol femenino, campeón del mundo, igual que con la tauromaquia de Julián López, figurón del taurineo: si el toro no mete miedo al tendido, el espectador se siente capaz de estar en la arena y de hacerle las mismas pasadas que López, sensación que no se tiene con Sánchez Vara lidiando a “Cazarrata” ni con Bellingham buscando apuntillar a Oblack o con Morata disputando el cuero a Rudiger. La cosa, entonces, pierde cualquier interés, y sobreviene la charlatanería política. Los españoles somos bajitos, como Napoleón, y como Napoleón al decir de madame de Staël, sólo sabemos expresarnos mediante una pompa mezclada con charlatanismo.




“CIUDADANO KANE”


    La verdad es que se lo llevan a uno los demonios cada día, que es cada partido, que Harry Kane, un cisne entre patos, golea en el Bayern de Munich, cuando tendría que estar haciéndolo en el Real Madrid, si de veras, como se dijo, lo pidió Ancelotti. Bueno, también Mourinho pidió a Ribéry le hubo de conformarse con Callejón, pasando de Pedro León, que no era Zidane. Kane parecía nacido para el Madrid, donde hubiera formado collera histórica con su amigo Bellingham, y ahora tendríamos a los culés exigiendo la devolución del Peñón de Gibraltar, sólo por molestar al Madrid. Nos perdemos eso y también todos los juegos de palabras del periodismo deportivo con “Ciudadano Kane”.


[Lunes, 26 de Septiembre]