martes, 29 de agosto de 2023

Los resentidos


 Sébastien Castellio


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Más de la mitad de los españoles viven económicamente dependientes del Estado, lo que nos hace un país de resentidos, como corresponde al gran país de la envidia.


    En “Nuestra Cultura, ¿qué ha sido de ella?” el inglés Dalrymple recuerda que ya Tocqueville vio que el sistema humanitario de derecho a subsidio promueve la destrucción de la amabilidad y la gratitud, pues lo que es dado burocráticamente se recibe con resentimiento, además de alentar el fraude.


    –El suministro de socorro con subvenciones atomiza a la sociedad.


    El análisis más fino del resentimiento lo hizo Marañón en su retrato del emperador Tiberio, donde explica cómo en los resentidos, si alcanzan a ser fuertes, con la fortaleza advenediza que da el mando social, estalla tardíamente la venganza, disfrazada hasta entonces de resignación:


    –Por eso son tan temibles los hombres débiles (y resentidos) cuando el azar les coloca en el poder. Es la razón de que acudan a la confusión revolucionaria tantos resentidos.


    El resentido español es un producto de la proverbial envidia nacional, reencontrada por García-Trevijano como “un subproducto moral de la competencia en la miseria”: por los puestos funcionariales en el Estado, por la influencia familiar en las colocaciones y por la buena fama en las reputaciones.


    –La envidia calumnia las buenas famas para reducir la competencia por un salario en la “covachuela”. Es nuestro modo de lucha por la existencia.


    La organización encargada de pastorear políticamente el resentimiento español es el partido socialista, médula espinal de España, donde todo fracaso (moral, vital, laboral, social) hallará refugio, con su red de intelectuales de disciplina calvinista (no verán a un solo Castellio en España) pensando siempre lo mismo que el jefe, sólo que después. El único signo de grandeza en siglo y medio de historia fue la respuesta de su fundador, Iglesias Posse, al catalanista Cambó, que en el 14, ante una probable invasión de la neutral España, defendía la no resistencia.


    –¡Hasta ahí podíamos llegar! –contestó Iglesias–. En ese punto creeríamos llegado el momento de acudir en defensa del honor nacional.


    Ignoramos su contestación al telegrama que el españolazo Sabino Arana Goiri remitió a Theodore Roosevelt Jr. con motivo de la pérdida española de Cuba: “Roosevelt. Presidente de los Estados Unidos. Nombre partido nacionalista vasco felicito por independencia de Cuba. Federación nobilísima que presidís que supo libertarla esclavitud. Si Europa imitara, también nación vasca, su pueblo más antiguo que más siglos gozó libertad rigiéndose constitución que mereció elogios Estados Unidos, sería libre”.


    Hoy somos como comadres que vivimos de la vida ajena a falta de la propia, dando mordisquitos de ratón, que decía Ayala, hombre semifrustrado sólo por el hecho de haber nacido español.


    –No duermas…, hay serpientes –es la forma que tienen los “pirahá” de dar las buenas noches.

[Martes, 22 de Agosto]