Cambó
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
–¡Qué lástima! Tan joven, y ya catalana...
Eso dijo su madre al pintor mexicano Juan Soriano (Premio Velázquez) cuando de mozo le presentaba a una amiga (“se llama Paloma y es catalana”), hija de exiliados.
En Cataluña, al hilo de la corrupción moral y económica de una sociedad
española que ha hecho de la traición una virtud mundana, hay
desencadenado un proceso (¡el “prusés”!) revolucionario que nadie sabe a
dónde lleva: la Historia nos enseña que los hombres que las ponen en
marcha se limitan a tomar el poder de un régimen en plena
desintegración.
Las revoluciones, según la observación de Hannah Arendt, son las consecuencias, no las causas, de la ruina de la autoridad política.
Exiliado en Buenos Aires, un Cambó ya exhausto mostró a Pemán la foto de un Tiziano de su colección barcelonesa destrozado por “los rojos”, una diosa desnuda con el pecho bestialmente rajado.
–Para mí la Revolución es esto, y esto me basta.
Es el Cambó que decía que Rusia no había perdido una guerra desde Iván el Terrible
gracias a su estrategia del colchón: el puño se hunde en el colchón
todo lo que se quiera, pero el colchón, por su reacción elástica, vuelve
a expulsar el puño y a recobrar su línea normal. Y a este plan parece
querer agarrarse el Gobierno de Rajoy, paralizado para la acción (él
sabrá por qué, aunque nos temamos lo peor) al frente de un Estado
exangüe por los tetones de diecisiete autonomías.
¡Mariano el Terrible!
Como español, mi fe ya sólo está puesta en la Constitución material de
España, que volverá a salvarnos, aunque todo el mundo se encomiende a la
Constitución escrita (“que tanto trabajo nos costó darnos”, reza la
muletilla propagandística) por un director teatral y un ingeniero
agrónomo con la ayuda de leguleyos separatistas, que hicieron la broma
jurídica de convertir la sedición en un delito… contra la Constitución.
Pasó la hora del 115, pero la única demanda anunciada del fiscal Torres Dulce
fue contra un tuitero que le usurpaba la personalidad. Es la hora del
116, pero la única demanda anunciada por la ministra con despacho en
Barcelona es contra un ex futbolista búlgaro que la llamó “franquista”.
Es la España sin pulso de Silvela:
–Todos esperaban o temían algún estremecimiento de la conciencia
popular; sólo se advierte una nube general de silenciosa tristeza que
presta como un fondo gris al cuadro, pero sin alterar vida, ni
costumbres, ni diversiones, ni sumisión al que, sin saber por qué ni
para qué, le toque ocupar el Gobierno.
[Publicado el 5 de Octubre de 2017]