Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La crisis nos ha devuelto a la familia y al cocido.
–Vendrá a mi casa… Le convido a un cocido en familia… –dijo a don Eugenio d’Ors, que bajaba del tren en Zaragoza, el amigo maño que lo esperaba al pie del vagón.
–Las dos cosas que más molestan: la familia y el cocido
–refunfuñó el filósofo del “ángel”, que luego, en Madrid, se vengó del
amigo maño con un “Véngase a mi hotel… Almorzaremos con espárragos e
ideas generales”.
Acomodada
al sentimentalismo falso de la sociedad, que eso es la
socialdemocracia, la gente no soporta el sentimentalismo verdadero de la
Navidad. Nada queda socialmente más elegante en estas fechas que odiar
al espíritu familiar de la Nochebuena, que es un espíritu decimonónico
(paz, recogimiento y humildad), puesto en marcha por Charles de Foucauld, el místico que dijo:
–Sólo somos pobres para los ricos.
No sé por qué en noches así hay que ver tristeza en cantar villancicos de Joe Cocker alrededor de una oca en la mesa patriarcal, cuando la alternativa más avanzada consiste en karaokear ripios de Sabina alrededor del piano del Tonidós (y pasadas las tres de la mañana), pesadilla sugerida por Rosa Belmonte, que da sopas con honda al Borges de “Siete Noches”.
La corrupción podrá acabar con el Régimen, pero no con la familia.
Cuando los Pujol hicieron pública la herencia del “avi Florenci”, en seguida Felipe González
aclaró que ahí no había corrupción, sino “una operación de cobertura
hacia los que ‘el molt honorable’ tiene debajo”, es decir, los
chiquillos. Y quien defiende a los chiquillos, defiende a los hermanos (Guerra o Tania), a los cuñados (Mas), a los suegros (Vera) o a los abuelos (Villa).
–El partido es como mi familia, y yo por mi familia mato –le dijo una vez al abogado Moeckel un cargo andaluz.
Andalucía, como ya lo vio Pemán,
conserva el tesoro de la jerarquía: el señor, el capataz, el yegüero,
el zagal. ¿Cómo sustituir esto con las sanchadas del juez Castro y su “Hacienda somos todos”?
[Publicado el 24 de Diciembre de 2014]