Esto parece verdad, pero es una mentira de un amigo
que hace perfectas hasta las trampas
La divina imagen de la FIFA sin el japonés Mitoma
El centrador
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Que mi admirado Van Gaal haya recogido en su libreta los recursos prácticos de colegas mucho menos brillantes es señal evidente de la decadencia de un fútbol que no tardando mucho se convertirá en sucedáneo de emociones como lo es de sabores el tomate, el pollo o los flanes en tarrinitas de los supermercados. Sin que nos demos cuenta, Holanda ya está en cuartos sin enamorar al mundo con el fútbol total que tanta gloria le dio. De repente nos hemos fijado en Noppert, un portero gigantesco que hace poco estuvo a punto de meterse a policía porque no veía futuro en el fútbol. Van Gaal, que es un señor que hace mejores a los jugadores que le confían -servidor mide así a los entrenadores y ¡sí!, a Bogarde lo hizo mejor y encareció su precio- lo ha puesto de titular ¡debut de un guardameta en un Mundial! y en punta ha subido el valor de Gapko, un delantero que ahora todo el mundo presume de conocer. Holanda espera a Argentina, un equipo que parece un Elche de los setenta, con perdón (aquél sembrado de cabelleras y éste de tatuajes), con De Paul queriendo hacer de Aníbal Montero. Argentina tiene a Julián Álvarez y a Enzo Fernández a los que Scaloni a punto ha estado de devaluarlos hasta la náusea... y a Messi, claro está, para quien todas las bendiciones fiferas y catarís le son encomendadas, además de las argentinas, por supuesto, pero Argentina tiene poco más y lo mollar lo va a estudiar como merece ese eterno "negatifo" del imaginario español.
El Mundial de Catar está igualando el fútbol, no por arriba, por la excelencia, sino como es norma en el siglo, por abajo, por lo más corriente, tirando a una vulgaridad que trae la corrompida emoción de la incertidumbre del resultado hasta el minuto cien, que es una de las novedades mundialistas: más tiempo para las teles. No hay grande al que no se le haya subido a las barbas un chico. Camerún a Brasil, Túnez a Francia, Corea a Portugal, la Arabia a la Argentina, Japón a las nuestras y Bélgica... Bélgica tendría que haber sido la única víctima del ambiente crepuscular que invade el fútbol, pero...¡ Ay, Alemania y Uruguay!
Al aficionado de toda la vida no le molesta que Alemania y Uruguay no lleguen a octavos. Al aficionado de toda la vida le subleva que el VAR -no, queridos amigos, no es una fijación- haya dado un penalty a Portugal por simulación de caída de Ronaldo y no lo haya entendido así un lance mucho más culposo con Cavani ante Ghana. La infalibilidad del VAR tendría que haber corregido lo injusto en vez de enredar y hacer que sea lo que no es y su contrario. Digo infalibilidad porque esa imagen de la tecnología fifera metiendo el balón en el campo para el segundo gol de Japón contra España es no sólo una ridiculez pretendiendo legalizar dos milímetros ¿y si se pega un tábano en la barriga del esférico, don Iturralde? en los fuera de puerta y en los fuera de juego, sino un insulto a todas las criaturas con un mínimo de raciocinio. Ponen los ingenieros de la FIFA la pelota sin el pie que centra del japonés en una abstracción que será muy moderna y sofisticada pero que no tiene nada que ver con el fútbol. Se admite que el árbitro y el línea no lo vean -fútbol de ayer-, pero que el VAR te de a comulgar ruedas de molino es motivo suficiente para pedir la demolición de tan demoníaco artefacto. En Alemania creen que ese gol fue válido para castigar a Neuer y compañía por no hacerse gratos a los ojos e intereses de la FIFA. Servidor cree que también, porque en realidad, nuestra selección parece que salió favorecida por el disparate. En el Uruguay hay voluntarios para destruir ese juguete con el que tanto disfrutan los fanáticos de vídeo consola.
-Ya, ya lo sé. Es el futuro.