Nicolás R. Rico
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La derecha social levanta barricadas en el Twitter contra el golpe de Estado de Sánchez y en defensa de la Constitución. Demasiados conceptos para la cabeza del españolejo.
“Barricada”, recuerda el profesor Nicolás R. Rico, es un galicismo, no una castiza voz hispánica, que designa acciones desconstituyentes: “el derribo de una ajada fachada, tapadera de misceláneos cascajos políticos”. En España, para el profesor, las constituciones no dejan de ser un “provisorium”. Siempre en precario, o al menos desde que el duque de Angouleme y su “troupe” (“más zarzuelera que marcial”) nos “desconstitucionalizaron” a los españoles.
En cuanto al golpe de Estado de Sánchez, ¿qué podemos decir? Según la hipótesis de Burckhardt, cuando el cansancio deshace la resistencia de alguien, éste cae siempre en brazos del más fuerte entre los que se hallan en las proximidades, y el más fuerte en este caso no son las asambleas moderadas, sino los soldados.
–En este momento comienzan los golpes de Estado.
Lo más parecido a un soldado, por su disciplina, que tenemos en España es un socialista, y por eso el sanchismo es el escogido para torcernos el brazo, “ante la indiferencia o el aplauso de la nación”, tal como en los casos, dice Burckhardt, de César y los Napoleones, que cubren las apariencias (¡populismo, populismo!) ampliando el elemento constitucional (César aumenta el Senado y Napoleón III establece el “suffrage universel”).
Con Bolaños, el Kelsen de la Complu, al frente de las operaciones, tendríamos que hablar de “coups d’etat intellectuels”, como Paul Valéry llamó a la filosofía de Descartes, agudeza lo bastante brillante para afectar radicalmente al modo decisionista de pensar del fundador de la ciencia constitucional.
La Constitución de Abril y Guerra no fue acto, sino pacto, y sin previa conquista de la libertad política las libertades y derechos otorgados pueden ser revocados. “La libertad constituye los derechos, no los derechos a la libertad”. España copió lo que la “Teoría de la Constitución” llama “compromisos apócrifos” de Weimar, para “alejar y aplazar la decisión”. Fue una Carta otorgada sobre el “poder constituyente” que se atribuyeron por la cara los jefes de partido, contrapuesto al poder constituyente del pueblo. Los actores del chalaneo querían eludir la alternativa: o soberanía y poder constituyente del rey, o soberanía y poder constituyente del pueblo. Y la eludieron hablando de una “soberanía de la Constitución”, que no solucionaba la cuestión; sólo la soslayaba y la velaba tras de “la idea confusa de un poder constituyente de la Constitución”, antes de la cual, siguiendo la lógica, no existía España.
En Weimar, la decisión aplazada fue posible hasta que en el momento crítico apareció el conflicto no resuelto y la necesidad de una decisión. En España esta decisión la toman hoy poderes secretos que ejecuta Sánchez con el visto bueno (secreto o no) de todos los demás.
[Viernes, 16 de Diciembre]