Lincoln Steffens
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
He visto el futuro y os aseguro que funciona, declaró famosamente el periodista (de investigación, por supuesto) Lincoln Steffens al volver de Rusia cuando lo del 17.
Las dos patas del futuro son la deuda y la natalidad, y con las dos acaba de alcanzar España sendos records históricos, con nuestros políticos entretenidos en apoyar los cancaneos de una colega nórdica en fiestas con perico.
A mayor deuda, menor natalidad. Para no arruinar a nuestros hijos, hemos decidido no tenerlos. ¿Cómo? Masculinizando a la mujer y feminizando al hombre hasta dar en ese unicornio unisex (no confundir con el sexo unicornio) que es el españolejo. La policía del control de natalidad se encarga de chafar el “animus procreandi”, de modo que cada niño recién nacido llega como un agresor y se lo incluye en el sistema de criminalización moderno, como anticipó un sabio alemán que también tenía una idea del concepto de propiedad en la Agenda 2030:
–Propiedad es sólo aquello que puede uno llevarse a la tumba. Es decir, sólo el cuerpo muerto que sería mejor incinerar. Por tanto triunfan los vende-abortos y los incineradores de cadáveres.
El aborto como mercadería, fruto de otro aborto, en este caso ideológico: el nihilismo. Y no es Spengler, con su pelotón de seguidores decadentistas tomando negronis a meñique levantado, para quien la mera reflexión sobre el número de hijos deseado delata la extinción del instinto de perduración. Hombre, el instinto existe, pero no podemos pagarlo, y por eso deuda y natalidad van de la mano, que es el Estado, que nos tecnifica la vida, como cuenta Dalmacio Negro, liquidando la espontaneidad de la que extrae su potencia, la natalidad, “que es, para Hannah Arendt, la causa material de lo político y la política”. De ahí que Feijoo, y la Santa Compaña de Feijoo, repita como suyo el lema del general para la derecha hispánica:
–Hagan como yo: no se metan en política.
En América, el imperio a la deriva, los grupos provida promueven buzones para abandonar bebés no deseados (¡cuántos viajes a la inclusa se hubieran ahorrado Marx y Rousseau!). Muray, hace veinte años: el desmantelamiento programado del antiguo patriarcado y la reconducción definitiva del mundo hacia el jardín de infancia son dos de nuestras metas esenciales, y casi las hemos alcanzado: el verdadero papel del mundo real consiste en mantenerse detrás del decorado. No podemos creer a la vez en el antiguo mundo real y en el nuevo mundo onírico. La realidad exige renuncias. Por eso nos hemos vuelto alérgicos a la Historia, refractarios a la cronología y hostiles a la topografía.
–El mismo estado civil empieza a sobrarnos en el sistema, por lo que tiene de contrario a nuestras tendencias al idilio.
¿El futuro? “Moriré en París / una tarde de aguacero que ya tengo en la memoria”, contesta Vallejo. (“Vallejo, tú vives rodeado de pájaros agachados / en un mundo que está muerto, requetemuerto y podrido”, le dirá Gerardo Diego).
[Martes, 23 de Agosto]