Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Real Madrid remató en París la Planta 14 (¡la catorceava de Solana!) del Skyline futbolístico de Europa, que es… el Real Madrid.
–Esto es el Real Madrid –fue el resumen de Ancelotti, que no hizo nada por ganar la Final, salvo alinear a Vinicius, que marcó el gol, y a Courtois, que evitó media docena del Liverpool.
Parece una tontería, pero no lo es. A Vinicius nos lo enseñó Solari, porque Lopetegui lo había tenido escondido. Y a Courtois, que venía de ser elegido mejor portero del mundo en el Mundial del 18, las viudas de Keylor lo recibieron de uñas en el Bernabéu. De Courtois dice Roberto Martínez, su seleccionador en Bélgica, que “es un jugador mentalmente tan fuerte que no lo vio afectado por no haber sido titular al inicio de la temporada en el Real Madrid, donde ha mejorado mucho en toma de decisiones”, un decisionismo, el de Courtois, no de jugador, sino de entrenador dentro del campo.
–Courtois es muy consistente. Navega las emociones en cualquier extremo, buenos momentos, malos momentos y momentos duros.
Valdano, que es como el Miguel Ríos del charlatanismo, dijo mucho lo de las emociones, pero lo había dicho primero Roberto Martínez. Dijo varias veces eso y también que Camavinga fue instruido de niño en las artes marciales, comentario que servirá para que los árbitros lo persigan con lastarjetas como a un Chuck Norris de Miconge.
En París, en efecto, Courtois fue un escándalo, y corresponde a Ancelotti el mérito de alinearlo. Con Courtois, Vinicius y Benzemá, Ancelotti se ha “pisado”, aparte el PSG de Catar, a todos los gallos de la Premier, con lo cual, todo lo que se diga en menoscabo del Real Madrid, se estará diciendo, más aún, del Chelsea, del City y del Liverpool.
El Liverpool puso en París el “juliganismo” de sus aficionados ingleses (inocentes chivos expiatorios de las hordas macroníes), el “wokismo” de su entrenador alemán y, por supuesto, la mala suerte del lúser. Glamour “woke” frente a oficio y excelencia históricos.
–¿Quieres que lance un mensaje político? Estoy contento de que el partido se juegue aquí, en París, y no en San Petersburgo, por mil razones. Jugaremos esta final para toda la gente de Ucrania –había dicho Klopp, un demagogo de manual (¡el Guardiola de Stuttgart!), cuando le preguntaron por el cambio de sede (San Petersburgo por París) para la Final.
Los golpes de márketing político de Klopp son como los golpes de márketing caritativo de El Juli con los festivales en Olivenza que luego corona con la Beneficencia en Madrid.
Pero, en París, “el lado correcto de la Historia” (en palabras de Courtois que molestaron al Atéltico de Almeida, el alcalde que se dejó Madrid sin barrer para ir a mariposear en la Final) no fue el de Klopp, sino el de Courtois… y el de Bergoglio, ya que las cuentas indicaban que los años en que coinciden el Betis campeón de la Copa del Rey y el Liverpool campeón de Europa la vara de San José, que es como el sereno de los agonizantes, golpea tres veces la puerta de los Papas en El Vaticano, que ahora le debe una audiencia al Real Madrid, que puede llevar a Valdano para canjear con Bergoglio versos de Benedetti.
No arrasó el Liverpool al Madrid, como había predicho Owen, no Robert, el fundador del socialismo inglés, sino Michael, un bolita de alcanfor que se llevó un Balón de Oro por la jeró (“los del Liverpool son demasiado buenos para el Real Madrid”). Perdió Klopp (“el ‘facta factorum’ del Liverpool”, lo llamó un comentarista de la escuela salmantina del Plus), que preparó el partido como la Wehrmacht la invasión de Bélgica (¡Courtois, Courtois!), y ganó Ancelotti, que alineó a Courtois y a Vinicius y se fue a pasear la banda mascando chicle como si tarareara el árbol de treinta pisos de Adriano Calentano (“Ahora no respiro bien y siento como un sofocón / El aliento se me va, no sé si no volverá / Sólo veo allá, que algo está naciendo / Es un árbol, sí, es un árbol de treinta pisos”).
A mí el Liverpool siempre me ha parecido un equipo de pueblo con futbolistas impacientes al que Ancelotti dejó jugar en París a sus anchas como si contara, de antemano, con la impenetrabilidad de Courtois. Perder hubiera sido para ir a Burgos a buscar al emprendedor Félix Sancho, que “obligó a sus jugadores a arrodillarse y pedir perdón” cuando su equipo de baloncesto descendió.
Lo del Real Madrid es tan grande que se vuelve irreal, reflejado en la figura de Gareth Bale andando por el césped durante la celebración de la 14 (lo mejor de la 14 es haber dejado atrás la 13) como Hrundi V. Bakshi (Peter Sellers) en “The Party” de Blake Edwards.
Penny Lane, there is a barber showing photographs
Of every head he's had the pleasure to know
And all the people that come and go
Stop and say, "Hello"
“GANAS DE VOLVER A VEROS”
Los culés tienen la superstición del 14: el 14 fue el mítico dorsal de Cruyff, y a un niño de Messi lo hicieron nacer a las 17:14. El Madrid se ha hecho con la 14 en la temporada que arrancó con una pancarta electoral de Laporta junto al Bernabéu que retaba al piperío: “Ganas de volver a veros”. Lo han conseguido. Su consuelo, ahora, es pensar que, a más orejonas del Madrid, menos valor de la Champions, que de tanto ganarla el mismo les parece un Carranza veraniego. “Conque la Superliga les iba a pasar factura, ¿eh?” En Inglaterra ya había avisado Guardiola: “La Premier es más importante que la Champions”. Qué maravilla.
[Lunes, 30 de Mayo]