David Alaba
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Barcelona tiene a Pedri, el PSG tiene a Messi y el Madrid tiene… la Historia, que en eso, al fin, se ha puesto de acuerdo todo el mundo: al PSG le pasó por encima la historia del Madrid, y eso con el Bernabéu en obras. Como dijo Pla mirando el Nueva York de los andamios, ¿cómo será el día que se inaugure?
Los clubes, como las naciones, son hechos por la historia, y no al revés. El Real Madrid tiene una historia… “que llena el ojo” (una expresión de Míchel para decir lo mucho que le llena Mbappé). Con lo que cuesta ganar un copón europeo, el futbolista que acude al Bernabéu y ve trece en la estantería se viene abajo. Es el peso de la púrpura, que dijo Foxá de Norteamérica: la pesadumbre del imperio y del mando.
–Esta vida, decía Santa Teresa, es una corta noche en una mala posada. Los americanos creen que ni la noche es tan corta ni la posada tan mala.
La historia se escribe de noche, es un dicho que alude a la cama. Dando vueltas a “la historia me absolverá” de Castro, Cabrera Infante descubrió que, para el padre de la historia, un griego tildado de cuentista, la historia era “una puta que dormía en el lecho de Procusto”: piernas largas, malo; piernas cortas, peor. “La historia es divertida”, fue una conclusión de Ortega. El divertidísimo griego arranca su historia con el relato de Candaules, un rey vano que lamenta que sólo él conozca plenamente la belleza de su reina, por la que desea ser envidiado. Propone a su primer ministro, Giges, esconderse detrás de una cortina, desde donde podrá ver a la reina bañarse desnuda, pero ella le ve los pies, que sobresalen, y le dice: “Tienes dos modos para expiar tu ofensa; o morir, o matar al rey y casarte conmigo”. Giges decide en un pispás y se convierte en el fundador de la dinastía que terminará con Creso. La historia, pues, la escriben siempre los que ganan.
Para entender el peso de la historia hay que ir al libro de los que no leen libros que es el cine y escuchar en “Sin perdón” la perorata a unos paletos del asesino Bob el Inglés (Richard Harris) en el tren, camino de Big Whiskey, en Wyoming, explicando lo difícil que se hace, por la majestad que irradia, disparar contra una reina, y lo simple, en cambio, que es disparar contra un presidente.
–Somos los Reyes de Europa –fue el cántico pipero en el Bernabéu, el redoble de tambor para la ejecución de los nuevos ricos parisinos.
El PSG es la rama futbolística de eso que se conoce como “elites europeas”, que quieren realizar por fin el objetivo de los jacobinos franceses, comenzar de nuevo la historia, y un histórico Real Madrid deshizo su sueño en un tris tras.
–Estoy harto de este equipo que pierde siempre –se lamentó públicamente, tras la “débâcle” en el Bernabéu el raquetista francés Yannick Noah.
Si hay que ser muy lúser para caer de gripe en la pandemia de “la Coviz”, el PSG fue en el Bernabéu el lúser supremo, y a su baranda ya sólo le falta probar en el banquillo con Guardiola, el hombre que para muchos españoles puso a Ucrania en el mapa cuando fichó a Chigrynsky.
Pochettino, el hombre que vive rodeado de limones para ahuyentar la mala suerte, tuvo en contra incluso a la Providencia, que se puso de parte del Madrid con la tarjeta, en París, a Casemiro, que impidió su alineación en Madrid, pues no hubiéramos visto juntos a Valverde y a Camavinga, quienes al empujar el equipo hacia arriba (Casemiro lo empuja hacia abajo) hicieron posible la tormenta Vinicius-Modric-Benzemá que hizo perder la cabeza al baranda del PSG como no veíamos desde los tiempos de Martínez Laredo en el Burgos: en un Burgos-Barcelona en “El Plantío”, el árbitro Fernández Quirós pitó un penalti contra el Burgos y un caballero con gorro ruso saltó al campo para hacerle objeciones al trencilla (como se decía entonces). Era el presidente del Burgos. Fernández Quirós soltó un jab y un “linemán”, que diría Bilardo, le arreó con el banderín (¡siempre un banderín de por medio!) en la cabeza. El penalty lo tiró Cruyff contra la cepa del poste (como también se decía entonces), y al cabo de los años se encontraron en un aeropuerto árbitro y futbolista y el futbolista le explicó al árbitro que tiró el penalty adrede contra el poste porque, de haberlo marcado, no hubieran salido vivos del estadio. A Laredo le debe el Madrid el reglo de Juan Gómez Juanito (¿cuánto costaría hoy Juanito, en un Juanito-Benzemá-Vinicius?), que estaba vendido al Barcelona, para allanarse el camino a la presidencia madridista.
807 GOLES
En la Premier, y ante el Tottenham, “hat-trick” de Cristiano, que se convierte en el mayor goleador de la historia del fútbol que pilló mala época para ser el más grande: en la Europa de los Tartufos, o Tartufolandia, la socialdemocracia, mentalidad dominante, fomenta el relato de la falsa humildad acreditada por Messi, a quien los Balones de Oro le caen del cielo, y castiga la arrogancia (aquel delicioso orgullo portugués que ponderaron el conde de Keyserling o Thomas Bernhard) de Cristiano, en ovaciones piperas superado en Madrid incluso por Lucas Vázquez. ¡807 goles entre Portugal, Inglaterra, España e Italia! La verdad en números redondos. Lo demás, literatura.
[Lunes, 14 de Marzo]