Deadwood
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La desfachatez del minero Zapatero, un villano de “Deadwood”, al hablar de la charlotada en el Congreso con la reforma laboral, plantea el asunto de la representación:
–Los goles en propia puerta suben al marcador. Querían ganar una votación por atrás con dos tránsfugas…
El representativo es uno de los tres principios de la democracia política, ninguno de los cuales se da en los Estados de Partidos impuestos a la Europa perdedora y cuyo arquitecto, el jurista alemán que los proyectó bajo la supervisión del ejército de ocupación, expuso sin rodeos: “En la democracia de partidos la voluntad general sólo nace por obra del principio de identidad, sin mezcla de elementos estructurales de representación”.
Sin representación, no hay representantes, y sin representantes, no hay responsabilidad política: el diputado del Estado de Partidos sólo representaría al jefe de listas (cerradas o abiertas valen lo mismo) que lo incluyó en ellas.
En la literatura del XIX, anota el creador de la ciencia constitucional, es tanta la oscuridad que sólo con gran trabajo puede reconocerse el sentido jurídico-político en la palabra “representación”. Los liberalios salvan el obstáculo convirtiendo en mito las boutades de Blackstone (“Todo miembro del Parlamento, aunque sea escogido por un distrito particular, es elegido por toda la nación”) y Burke en su discurso de Bristol.
El arquitecto del Estado de Partidos concibió los partidos como órganos del Estado (monstruosidad que lo explica todo), y prohibió la legalidad de los partidos nazi y comunista (52 y 56), que era el plan americano y alemán para la España del 77, aunque llegado el momento necesitaron, para “legitimar la democracia”, del PCE, que, a cambio de moqueta y vida muelle, aceptó (contado por quién lo vivió) renunciar a su ideología republicana, liquidar los movimientos ciudadanos y excluir del momento constituyente a los partidos de su izquierda.
En los Estados de Partidos las actas son propiedad de los partidos.
[Martes, 8 de Febrero]
Helipuerto del que partió el decreto
de legalización pecera
Semana Santa 77