Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Vinicius y Benzemá. Ginger y Fred. “La pareja de Europa”, dijo Valdano, con los números en la mano. El Real Madrid-Valencia en un pareado.
Con Vinicius volvió la alegría, nos cuenta Hughes, pero en la Televisora la noticia fue el penalti del Madrid, que no sé yo si es el segundo que le pitan este año, y lo hizo Hernández Hernández, un Matéu en rubichi que bien podía haberlo pitado (esto también lo cuenta Hughes) en el derbi madrileño de la temporada pasada, que decidió la Liga.
Todos los españoles maduros se tiñen de Hernández Hernández, un tinte rubichi de barbería con olor a loción anticaída de Azufre Veri. Hernández Hernández (diríamos HH, pero en el fútbol no hay otro HH que don Helenio Herrera, el de “Este partido lo ganamos sin bajarnos del autobús” en la Granada nazarí, como dicen los periodistas) arbitra con espejo, razón por la cual no sacó tarjeta a Daniel Wass, que repartió como Albelda: ante Wass, Hernández Hernández se siente Narciso en la fuente.
Al final del partido, los sacamuelas, que se pasan el partido contándote lo que estás viendo, no mencionaron lo mejor del partido, el gol de Vinicius (un gol que hubiera firmado Romario), y el Tucker Carlson a pie de banda del Bernabéu entrevistaba a Gayá: “¿No tenéis la sensación de haber sido robados con el penalti?” Y Gayá: “Hombre, no me gusta poner excusas cuando te meten cuatro…” Y el Carlson: “Pero el penalti no ha sido”. Y Gayá: “Ya, pero es que nos han metido cuatro, y no puede ser…”
–Menos mal que Vinicius se ha dejado vacunar –me dice un amigo pipero, alucinado con el gol de Vinicius.
La masa, ahora mismo, es una mosca encerrada en un vaso lleno de humo: la tienen donde la querían los tetones de la política. Ahí está el falso, pero interesado, debate de barra de bar que los pasteleros del “Estado Compuesto” (la definitiva fragmentación territorial de España en marcha, sin más “hoja de ruta” que algún viejo mapa de carreteras Michelín) han organizado a cuenta de Djokovic y Nadal. En los colegios españoles hace muchos años que no se estudia latín y tampoco matemáticas, por lo que la lógica nacional está a la altura de la probidad patria. Mejor. Si estos patriotas de pecho de hojalata fueron coherentes, el año que viene se volverían contra el palco del Bernabéu para afearle a Florentino Pérez que fiche a Haaland en vez de a Morata, que a punto, por cierto, ha estado de fichar por el Barcelona, donde hubiera formado la delantera titular del Combinado Autonómico (Ferrán, Morata, Ansu), frente a los forasteros Mbappé, Haaland y Vinicius. El anticipo son Fred Vinicius y Ginger Benzemá.
Si Zidane fue Nikinsky y fue Nureyev (depende del esteta futbolero que escojas), ¿por qué Vinicius no va a ser Astaire?
Fred Astaire fue el hombre de los pies con alas: “Ni canta ni actúa, es delgado, calvo, pero baila un poco”, fue la primera impresión artística que sus descubridores sacaron del pobre Fred, que aún era Frederic Austerlitz. Luego el Ancelotti de turno le proporcionó frac, sombrero de copa y una treintena de parejas de baile: Ginger Rogers, Joan Crawford, Joan Fontaine, Rita Hayworth, Paulette Goddard, Joan Leslie, Lucille Bremer, Joan Caufield, Judy Garland, Jane Powell, Betty Hutton, Vera-Ellen, Leslie Caron, Petula Clark, Audrey Hepburn, Cyd Charisse... En realidad, Fred había comenzado a bailar con su hermana, hasta que ella se casó con un inglés. Fue, y éste fue su gran secreto, un perfeccionista: toda su vida se levantó diariamente a las cinco de la mañana para perfeccionar nuevos pasos.
–Trabajo duro –respondió cuando le preguntaron qué era, para él, el arte.
Trabajo duro, pero con alegría. Que no es la alegría cursi de Ortega (“Se trata, señores, de cosas egregias que podríamos hacer juntos, que se resumen en esto: organizar la alegría de la República”, dijo Ortega apenas unos meses antes del “no es esto, no es esto”. Que es la alegría loca de Rafael el Gallo, el hombre que, cuando Ortega le confesó que era filósofo, contestó con su “Tié que haber gente pa tó”. La alegría, según Cañabate, que le entra al español cuando ve caminar, no a Ortega, sino al Gallo, que un día, sin venir a cuento, dijo:
–Otro país que he visto es Holanda. Del mismo conozco Curaçao, que viene a ser para Holanda como Gibraltar para España.
ANCELOTTI FRENTE A XAVI
La Supercopa de España, o Copa Rubiales, es un Carranza de la Federación en Arabia: si se gana no le importa a nadie, pero si se pierde vale por un dolor de muelas. El duelo es Ancelotti versus Xavi, el Aladino de Tarrasa. Carlo nos dijo: “Aparcamos el autobús delante de la portería e Ibra se pondrá delnte del autobús. Todos esperan que juguemos al tiquitaca, pero yo os digo que hemos venido a ganar”, cuenta Ibrahimovic, resumiendo la idea del tiquitaca que se gasta Ancelotti, que pasa de la posesión, y lo explica: “La posesión importa si todos los equipos juegan a lo mismo. Si rompes el modelo, puedes ganar a los mejores que lo sigan. Ahí está el 7-0 del Bayern al Barcelona. O el Leicester, que se puso en cabeza de la Premier con la peor estadística de posesión, aunque con la mejor de tiros a puerta”.
[Lunes, 10 de Enero]