martes, 11 de enero de 2022

El honor nacional

Jaime I

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Los clásicos tenían por distintivo de la monarquía el honor nacional, y por distintivo de la república, el honor ciudadano, que los finolis llamaban virtud.


    El honor de España fue concebido y acuñado por un catalán (“retengamos este hecho”, dice Sánchez-Albornoz), Jaime I, en 1271, ante Gregorio X en el Concilio de Lyon, cuando se ofreció para una nueva cruzada.
    

Barones, ya podemos marcharnos: hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el  honor de España –se despidió.
    

Seis siglos y medio después, ante la guerra del 14, otro catalán, Cambó, proponía la no resistencia en caso de ser invadidos, pero Pablo Iglesias, simplón como un marmolillo, se plantó como lo que era, un marmolillo: “¡Hasta ahí podíamos llegar! En ese punto creeríamos llegado el momento de acudir en defensa del honor nacional.”
    

La República fundó la Orden de la República, “título ramplón y de rebotica”, a juicio de Madariaga, que propuso “Villalar” (“para echarle alas de victoria a aquella triste derrota”) o la “Orden de la granada” (“porque yo veía en la toma de Granada y el simultáneo descubrimiento un doble acontecimiento simbolizado por una granada lanzando sus granos al mundo”). En ambos casos Azaña, que tenía menos pudor que la popa de una cabra, exclamó: “¡Jamás!” En cuanto pilló el sillón, tiró al cesto el “Ciudadano de Honor”, otra creación de Madariaga.


    La ideología de los nihilistas de Dostoyevski era en esencia la negación del honor, y el modo más sencillo de atraer a un ruso era proclamar abiertamente el derecho al deshonor. Con eso la gente se les venía a montones: no quedaría nadie al otro lado.
    

Para el ruso, el honor no es más que una carga superflua. Yo pertenezco a la vieja generación y confieso que estoy a favor del honor, pero sólo por costumbre. Me gustan las viejas formas, pero sólo por pusilanimidad –dice Karmazínov, cuyo modelo para Dostoyevski fue su aborrecido Turguénev.
    

España y Rusia podrían tener en común el alma… y la corrupción.

[Martes, 4 de Enero]