jueves, 13 de enero de 2022

El honor militar


Araca, Vitoria

Jura de Bandera

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Nada de “Su Tumba son de Flandes las Campañas, / Y su Epitafio la sangrienta Luna”, que tanto fascinaba a Borges, nuestra lectura de entonces. Uno supo del honor militar en la Base burgalesa de Castrillo del Val un día del 86 que, estando de cuartelero, anuncié a la Compañía al sargento… y era un sargento primero.


    –¿Usted no me ve el triángulo en la bocamanga? ¡Apúntese un paquete, soldado!
    

El paquete fueron dos fines de semana en arresto. Como me sucedió en el felipato, con Narciso Serra de ministro y Laureano García de director general de la cosa, más la Otan recién estrenada, no pude acogerme a sagrado como víctima del franquismo. Me acuerdo de ello hoy que asciende a general el piloto, Reyes se llama, que hizo el porte de los restos de Franco desde Cuelgamuros hasta Mingorrubio. Los testigos de la escena comentan que, yendo de uniforme, se tapó con el helicóptero para no saludar militarmente al féretro (¡una “cobra” a un capitán general!), y que si eso vale un fajín.


    Los franceses (Lyotard y tal y tal y tal) dieron un tabarrón inmenso con que la posmodernidad acabó con los grandes relatos. Un “grande relato” era el del “Plus Ultra”, el hidroavión español que en enero del 26 despegó para cruzar el Atlántico con el comandante Franco, el capitán Ruiz de Alda, el teniente de navío Durán y el mecánico Rada: cubrió 10.270 kilómetros en 59 horas y media, amerizando en Buenos Aires, donde Gardel dedicó a la hazaña el tango “Madre Patria de mi amor”.
    

El porte de Cuelgamuros, en cambio, sería, con la teoría de Lyotard en la mano, pura posmodernidad: un “pequeño relato”, no por eso menos temerario, pues en el 89 un UH-ID fue derribado de un cantazo en la sierra Norte por un parado que recogía menta poleo en el campo y que huyó en un “Fiesta” rojo.


    –Le pondré “invicto”, porque como se pasó la vida peleando medio ejército con el otro medio, nunca ha sido vencido del todo –contestó Foxá a Millán Astray, que le pedía, para una arenga, un buen adjetivo para “ejército”.

[Jueves, 6 de Enero]