Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el Estado de Partidos todo es mentira menos lo malo, y el viejo periodismo era la rama del poder encargada de hacer que todo lo malo pareciera un accidente. Pero la “transvaloración de los valores” que profetizara el loco del bigotón nos ha traído el nuevo periodismo.
–Basta de amedrentar o señalar a periodistas. Unos y otros. El periodismo es preguntar –dice Montesinos, el comunicólogo de Casado, centrándose entre dos incidentes de periodistas con diputados (Olona y Echenique: ¡los extremos!) en el Parlamento, Templo de las Preguntas.
En el Parlamento, que dispone de Banco Azul (¡homenaje a la separación de poderes!), el pregunteo es tan solemne que los diputados que hacen de oposición leen un folio con la pregunta, y los diputados que fungen de ministros leen otro folio con la respuesta, y este juego floral se llama Sesión de Control al Gobierno, o sea, la democracia.
En España, pues, periodismo y política vendría a ser lo mismo: preguntar. Todo el teatro moderno, observó en su día Pemán, está hecho sobre preguntas: Sartre se pregunta por el hombre; Williams, por la técnica; Priestley, por el tiempo; Ionesco, por la lógica… Franco, que algo se olía del nuevo periodismo, concedía rápidamente las visitas que suponía que le iban a preguntar poco y a las que, en cambio, él les iba a preguntar mucho.
–Es una nueva técnica maquiavélica en la que el Ferrol le puede a Florencia: contestar las preguntas, repreguntando.
Es bonito que el estatalismo centrista se apunte al periodismo culto, que es el del pregunteo. Antón Zotes bautizó a su hijo Gerundio porque por un gerundio ganó en su pueblo un concurso escolar de preguntas. Y Gombrich nos revela cómo Leonardo introduce el movimiento en su “Última Cena” con el pregunteo de los apóstoles: “Uno de vosotros me traicionará” “¿Soy yo acaso, Señor?” Uno de ellos, el amado, está recostado sobre el pecho del Maestro, y Pedro ve en él a Tom Wolfe y le hace la señal: “Pregúntale de quién habla”.
Qué tiempos, los nuestros.
[Sábado, 25 de Septiembre]
