Tumbas que se conocen y se ignoran
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Anda en coplas por toda España una ley a la que unos apellidan histórica y otros democrática y de la que nos dicen que su nombre propio es el de Memoria. Doña Carmen Calvo, que tendría que estar invalidada para semejante tarea por presumir de radical parcialidad y no querer recordar los asesinatos que, sin ir más lejos, tuvieron lugar en su mismo pueblo de Cabra en el tiempo que tanto le obsesiona, es su impulsora más entusiasmada. La ley de Memoria Democrática se interesa por asesinatos que se perpetraron hace ochenta años por verdugos que no pueden ser ya juzgados. Familiares de muchos de aquellos asesinados prefieren no participar en mezquinas propagandas políticas, tal que la familia de Lorca, el asesinado que se usa como referencia y a costa del que más de uno autoproclamado bueno buenísimo vive estupendamente. Si a un servidor le oyeran oídos delicados decir frente al pantano del Cíjara o de Iznájar que bebemos agua gracias a Franco me podrían denunciar y exigir a la autoridad puesta por doña Calvo el cumplimiento de su ley por hacer apología del franquismo, que a lo que se ve es asunto de vigilancia preferente.
La ley de Memoria no me gusta nada porque sin tener que ir tan lejos en el tiempo hay personas, y digo personas, que tienen recientes agravios dolorosos, incurables de por vida y que Doña Calvo y los de su parcialidad los están convirtiendo en insoportables. Es ley que desprecia a viudas que llevan años preguntándose por qué, huérfanos que cada vez entienden peor la muerte de sus padres hace quince o veinte años, padres que nunca imaginaron que sus tiernos infantes iban a ser asesinados sin piedad por fieras de aspecto humano. Esa ley no tiene nada contra un tal Zabarte Arregui que ya en libertad presume de ser un ejecutor, de no arrepentirse de nada y que sigue estando a favor de la lucha armada. "Para tí un funcionario de prisiones, para mí un perro..." así contestaba el Carnicero de Mondragón en una entrevista cuyas respuestas no entran en la ley de doña Calvo. Allí, en Mondragón, van a homenajear a Henri Parot, que junto a Zabarte es uno de los mayores asesinos reconocidos por todos los españoles. La exaltación a ETA, el desprecio a las mujeres que Parot hizo viudas, los niños que convirtió en huérfanos o los párvulos que su sed de sangre tanto llanto hizo correr a la puerta de los cementerios son cosas que no preocupan a Doña Calvo y su parcialidad. Peor aún, a la parcialidad de Doña Calvo le preocupa la tardanza en poner en libertad a un monstruo que con total frialdad dice a los funcionarios de prisiones " tu muerte me sale gratis" al tiempo que tira de artículos de leyes y reglamentos en las instancias amenazando con acudir al juez de vigilancia si no le ponen más luz en la sala de actividades.
Doña Calvo y su parcialidad, no se sabe si a sabiendas, hacen leyes para "¿higienizar?" la democracia que no son justas porque en su ideario tienen en más consideración a Otegui "El Gordo" exterrorista que a Ortega Lara "el carcelero" exsecuestrado. A Doña Calvo y su parcialidad no les temblaría el pulso para utilizar su ley contra los que hemos custodiado a esos internos que se pasan por el forro la prohibición de enaltecer el terrorismo como actividad habitual porque esos mismos individuos denuncien un cacheo en Herrera de la Mancha durante la hora de siesta el 14 de febrero de 1984. ¡Qué falta de sensibilidad cachear la celda el día de los enamorados!