lunes, 27 de septiembre de 2021

La Cultura Victoriosa


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    A falta de cracks (ni Cristiano ni Messi) la Liga de Tebas es como un hombre sin cuernos. Una vez que hacía de don Friolera (él, que siempre había hecho de don Juan), Juan Luis Galiardo le dijo al Canario Flauta que un hombre sin cuernos es como un jardín sin flores, “y tiene que ser así, porque tu mujer tiene derecho, etcétera” (era su manera de su subirse al carro del feminismo cómico).
    

Benzemá baja muy bien a recibir, pero no es Cristiano, y Pathé Ciss posee la geometría del fútbol, pero no es Messi, y al decirlo corre uno el mismo riesgo que el maestro del gran Pericles, el pobre Anaxágoras, que por enseñar que el sol y la luna no eran dioses hubo de huir de Atenas para librarse de la muerte por impiedad.
    

De Cristiano ha contado Rummenigge una anécdota que compendia la naturaleza de un crack, el crack en números redondos que es Cristiano:
   

 –¡Es un fenómeno! Tiene 36 años y lleva veinte jugando al mismo nivel. Tiene una parte superior del cuerpo como Adonis. Un día, en Turín, lo encontré parado detrás de una puerta con las manos en alto. Le pregunté: “¿Qué estás haciendo?” Y me respondió: “Estoy practicando la celebración de mi próximo gol”...
    

De crack tiene pinta Camavinga, mezcla fantástica (¡holandesa!) de Seedorf, Davids y Gullit, y que lo proteja Changó y lo cuide Yemayá, como Nicolás Guillén, el otro mulato de Cuba (el primero era Batista), pedía… para Stalin… durante las grandes purgas, empleando la santería (“de la que no sabía nada”, al decir de Cabrera) e invocando los dioses afrocubanos “como si fueran deidades dudosas”. Ese Camavinga tiene trazas de ser algún día crack de los grandes, y para esa esperanza pedimos protección y cuidado, pero la Liga de Tebas necesita de algo más, de ahí que en la Liga de Tebas, a falta de cracks, se hable de estilos, traducidos al lenguaje matemático por Álvaro Benito, que comentando el Rayo-Getafe parecía el polímata Poincaré. Benito habla del problema de los tres bloques (bajo, medio y alto) como Poincaré del problema de los tres cuerpos y la estabilidad del sistema solar. Ni Michel, entrenador del Getafe, ni Iraola, entrenador del Rayo, debían de entender una papa de la solución de Benito, pero en el ambiente (hora de la siesta) quedó flotando la idea de qué cosas sabe ese Benito, cosas que surgen de la necesidad de hablar de estilos cuando no hay cracks de los que hablar.
    

La Ilustración, que fue una época tan absurda como la nuestra, se la pasaron los sabios discutiendo si el estilo era el hombre, como postulaba Buffon, el naturalista, o si el estilo era la cosa, como postulaba Voltaire, el polemista (mala gente, por cierto). Ante el debate de estilos en el fútbol, la pregunta es si el estilo son los entrenadores o son los presidentes.
    

El Atlético-Athletic invitaba a las cavilaciones estilísticas. El Atlético histórico tenía el estilo militar del contrataque (de club fundado por militares, después de todo), pero Simeone ha reducido aquella belleza a un azacaneo como de cuerda de presos en una cantera (de esas que salían en las películas americanas), que pican piedra por castigo y hay uno que se rebota y el sheriff lo disciplina como a un Joao Felix cualquiera. Enfrente, Marcelino García Toral, probablemente el mejor entrenador español (aunque es menudo y algo de pueblo), con una plantilla cuya estrella es Raúl García (¡idolazo atlético!), desplegaba al Athletic con la prestancia defensiva de un equipo de Sacchi. Del Barcelona se sabe que Laporta pide un estilo y que Koeman no obedece. ¿Quién marca el estilo del Valencia, el chino Peter Lim o el alicantino Pepe Bordalás? En el Madrid, desde luego, el estilo, con Ancelotti, es el que pide Florentino Pérez, lo cual, y eso lo sabe el italiano, no evita que te despidan, “si no consigues trofeos”, pues de la Cultura Victoriosa sólo están exentos, al decir de Ancelotti, el Barcelona y el West Ham, dos clubs dispuestos a morir con su estilo.
    

Sam Allardyce fue cuestionado por el estilo del club, el famoso método West Ham, y él dijo que el WH tenía una falsa imagen de sí mismo, que su método no era “victorioso”. Él lo ascendió a la Premier, pero lo despidieron por ir contra el estilo WH escribió Ancelotti en sus memorias, donde elogia el estilo obstinado de Simeone.


    Uno nota que lo van a despedir, dice, cuando nadie habla contigo de futuro, y entonces ya no hay estilo que valga.




PASAPORTES


    Lo último que nos han contado del Pollo Carvajal, que tiene mote de típico futbolista que “percute por banda” (como Juanele, el Pichón de Roces, o Lucas Vázquez, el Colibrí de Curtis), es que entró a España con un pasaporte falso a nombre de… ¡José Mouriño!, una humorada de la Inteligencia española (aquí se puede hacer el mismo chascarrillo que hizo D’Ors con “El Pensamiento Navarro”), más propia del Plinio de Francisco García Pavón (guardia municipal de Tomelloso, Ciudad Real, metido a detective, “al que llamé Plinio por un profesor de latín que tuve y que sudaba mucho”) que de Cela, que sacaba los nombres para sus tremendismos de las esquelas de ABC. 

[Lunes, 20 de Septiembre]