Francisco Javier Gómez Izquierdo
Oigo en la radio del coche que se ha suspendido el homenaje a Henry Parot anunciado para hoy en Mondragón. Me sorprende que sea así porque los tribunales a los que han recurrido las víctimas del terrorismo incomprensiblemente no niegan el ¿derecho? a rendir honores a personaje cuyas hazañas han pasado a la mitología de unas cuantas gavillas de fanáticos embrutecidos. Descargo la compra para el fin de semana y voy al internet para intentar enterarme de cómo ha sido la cosa.
Ha sido él. Henry Parot y su cuadrilla los que han mandado parar. No ha sido la Audiencia Nacional, ni el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, ni el lehendakari, ni el delegado del gobierno, ni el ministro de Justicia, ni el de Interior, ni por supuesto el alcalde de Mondragón que se escudan en unos principios rarísimos para permitir las afrentas de una mafia terrorista en la que cada cual realiza las tareas que le son encomendadas. Ha sido Sare, "una red ciudadana" fundada por el entorno de ETA y que recibe subvenciones para festejar todo tipo de asesinatos, ya sean de hombres, mujeres o niños... (creo que hay asuntos en los que sí resulta procedente diferenciar sexos y edades). Sare, con esa hipocresía que la defectuosa democracia regala para torear a la Justicia, argumenta que se ocupa de los presos vascos dando entender que lo suyo son los pobres yonquis o los pringaos del trapicheo y no rendir pleitesía a sus héroes encarcelados.
El pasado sábado, 11S, me pilló en la Demanda. Un tal B.A. sacaba en el Diario de Burgos a Vicky, hermana de Edelmiro Abad Elvira, uno de tantos emigrantes repartidos por el mundo de Moncalvillo de la Sierra que llegó a Nueva York en el 53 con siete años y que murió asesinado en las torres gemelas. Vicky, hermana menor de Edelmiro, ya nació en América, es neoyorquina, pero en un viaje al pueblo se enamoró de Agustín y aquí se quedó. Edelmiro era serrano de pro, pero vivió como americano. Estuvo en Vietnam, como todos los hijos de Moncalvillo fue un lince para los negocios y trabajó con traje y corbata en una empresa financiera con sede en el piso 92 de una de las torres derribadas. Por su trabajo hacía muchos viajes por Europa, momentos que aprovechaba Edelmiro para acercarse en fin de semana a Igualada donde viven los grandes amigos (Vicky nombra a Fermín) del pueblo. Tengo puesto que en Igualada hay una avenida de Moncalvillo.
Edelmiro es Ed para los americanos. El orden alfabético -Abad- le colocó en segundo lugar de la lista de muertos de aquel septiembre de hace 20 años. Este último sábado su nombre resonó con emoción y respeto en el centro de Nueva York. Se le considera un héroe porque se preocupó de que todos sus compañeros bajaran por las escaleras desde el piso 92 hasta el 30 que se sepa. Ed iba el último como si pastoreara en la Calvilla. Dicen que volvió en busca de una embarazada. Vicky se lamenta que no tardara un cuarto de hora más en derrumbarse la torre. "Se hubiera salvado".
Sare sabe dónde pastorear y lo hace en Mondragón con Henry Parot al que le gusta que le llamen Unai "pastor de vacas" y al que el difunto Trigui q.e.p.d. decía Enrique cuando le entregaba el sobre de la correspondencia intervenida. Sare desprecia a los Ed que en el mundo son y acoge en su seno a los que bombardean edificios con personas dentro. Sare cree que cumplir ocho meses de cárcel por la muerte de un niño es torturar. Matar a ese niño o a un guardia civil, los tiene Sare por actos de heroísmo que todos los vascos deben agradecer.
Parot es frío, impenetrable, perdonavidas, maniático... y desde que me enteré que nuestro ministro del Interior le había quitado el primer grado ¡oh, equipos de Tratamiento! y lo había trasladado a un Módulo de respeto Mixto en León toda mi vida penitenciaria se vino abajo como las torres de Nueva York. Allí, como terrorista, le intervendrán las comunicaciones, pero tendrá recursos para trasladar en los vis a vis sus anhelos y esperanzas a las caritativas almas de Sare.
Veremos en qué queda esta tarde el homenaje anulado a Henry Parot en Mondragón. Homenaje a un tipo que no es del pueblo; ni siquiera vasco, pero al que quieren hacer profeta de una buena nueva que traerá dolores insoportables. Los de Sare dicen que lo insoportable son las presiones que reciben y que por eso lo suspende. ¡Veremos que cosa suspenden!