lunes, 26 de julio de 2021

El destape florentino


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    En los benditos 70, el cine español funcionaba industrialmente en dos versiones: la versión para fuera, donde las actrices no se ponían el sostén, y la versión para dentro, donde no se lo quitaban. “Primer amor, primer dolor” era, entonces, la novela de éxito de Martín Vigil. Pero en los frailes sólo comprendimos aquel título cuando nos enteramos de que Pilar Velázquez, musa del internado por su anuncio de Schweppes en TV y por sus muslos pimpantes en las portadas de “Diez Minutos”, rodaba desnuda para el cine de Italia. ¡La doble versión española!


    Nos lo dijo, muy serio, un galguero de Leganés a mitad de almuerzo un día que fuimos a Madrigal de las Altas Torres al campeonato de España de galgos en campo y después de contarnos las aventuras de “Filomeno”, un macho de liebre que tenía: le puso un piercing del Real Madrid en una oreja y lo llevaba al bar con una correa. Al “Filomeno” le gustaba el Terry con coca-cola, y cuando se atufaba, mordía.


    –¡Yo lo que he visto es que aquí todo dios tiene dos opiniones: una para los amigos y otra para los extraños!


    Sin tener estos detalles en cuenta, no entenderemos el acontecimiento que ha supuesto el destape florentino de Flóper, que le pasa con los futbolistas lo que a Dumas con la Virgen, que tiene dos opiniones (“una para los periódicos y otra para los amigos”). Lo único extraordinario del caso es que alguien con semejante poder, y seguramente por falta de lecturas (de Schmitt, principalmente), caiga en la trampa de la grabación clandestina, como cualquier pelanas del Régimen. En cuanto a sus opiniones para “los amigos”, ¿qué podemos añadir? Con el futbolista, en general, sucede como con el pescuezo de la gallina, que de lejos parece carne, pero de cerca sólo es otro hueso. Expresándose en el lenguaje madrileño que abreva en las zarzuelas, Flóper tiene incluso gracia, que era algo que jamás hubiéramos imaginado, con lo cual, si pretendían desacreditarlo, han conseguido justamente lo contrario, proporcionándole una leyenda.


    –Lo verdaderamente feo es el vicio de disimular la opinión íntima, alabando en público lo que en privado se zahiere. Quisiera disculpar ese extravío como prevención necesaria para vivir en este pueblo tan chico. La cortedad del lugar es dispensa canónica.


    He aquí el comentario de Manuel Azaña a “La linterna de Diógenes”, el libro del peruano Alberto Guillén, retablo tremendo de la proverbial hipocresía española en el que una cuarentena de autores de nuestra República de las Letras, incluido Ortega, ofrecen el espectáculo delirante de la doble opinión.
   

 –Somos como comadres que vivimos de la vida ajena a falta de la propia. Murmurando de todo. Ensayando el palillo de dientes en el nombre del amigo. Dando mordisquitos de ratón en... –se explica Pérez de Ayala, víctima, sin saberlo, del indio soberano.


    Nuestro prestigioso mundo literario vive en público del sexo oral de las negritas (para los ágrafos: tipografía de trazo grueso), que se canjean en el mercado editorial como las monedas en el mercado de divisas: tres negritas tuyas por una mía, o al revés, y así en el papel como en el twitter. Las impresiones que de los futbolistas deja caer Flóper son pellizcos de monja comparadas con las que los escritores y periodistas (médicos y practicantes, que diría Ruano) tienen de sus colegas, y no quiero pensar en el revuelo de papeles que se desataría sólo con tirar de WhatsApp, tentación que tiene todo el mundo al leer tantas cosas.


    –En cuanto a mis opiniones sobre mis compañeros, como usted comprende, yo no soy nadie para opinar de ellos. Algunos son mis amigos y son unos imbéciles; otros no son mis amigos, y también son otros imbéciles. De modo que no ponga usted nada de eso, se lo suplico.


    Eso dice don Armando Palacio Valdés a Guillén, que, naturalmente, lo pone como lo ha oído. Y añade don Armando (“el primer novelista español después de Cervantes”, se presentaba él) una explicación que explica de paso el destape florentino: “Yo he dicho un discurso en la Academia sobre el malogrado Pereda, y lo he elogiado mucho, mucho. Pero esos son compromisos oficiales, de los que uno no puede evadirse. ¿Sabe usted? Pero aquí, en la intimidad, es otra cosa. Es un buen paisajista nada más, pero no conoce el alma de las mujeres; y quien no conoce el alma de las mujeres, mal puede llamarse novelista. ¿No le parece?”


    El puchero, concluirá Guillén, es el gran domador de rebeldías; todas las audacias fracasan ante el tocino.

 


 

HAMBRE BLANCA


    Para ser un francés más (¡un francés medio!), según el cliché de Renan, que es beber vino, no saber geografía y tener una condecoración, a Sergio Ramos sólo le falta hablar francés, y está en ello. Todo el mundo quiere estar delante cuando se arranque con el “je suis”. Sin él, el Madrid baila al son de Ancelotti, que ha hecho una declaración paladina: “Me ha gustado mucho el hambre de vetereranos como Carva, Marcelo, Lucas, Nacho o Isco”. Isco, en concreto, debe de ser quien más hambre ha pasado, porque al decir de la propaganda ha regresado de sus vacaciones “de dulce”, hecho una lezna. Ver a Isco pasando hambre nos compensa de la pena de no tener a Mbappé. Con lo que Isco se ha dejado, hay que alimentar al tridente de los Panteras Grises: Bale, Benzemá y Hazard. 

[Lunes, 19 de Julio]