Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La victoria de Ayuso en Madrid, donde, según la izquierda, los franceses sólo paran para embriagarse, coincide con el segundo centenario de la muerte de Napoleón.
–El príncipe Fernando me llama su primo al escribirme. Trate de hacer comprender al duque de San Carlos que eso es ridículo y que debe llamarme simplemente Señor –fue la nota que envió Napoleón a su ministro Talleyrand para cortar en seco la campechanía del futuro Fernando VII.
Bien mirado, el primo sólo lo hizo Napoleón invadiendo Rusia, en palabras de Blücher, el general prusiano que socorrió a Wellington en Waterloo, cuando vio en 1814 los palacios imperiales (“Hay que ser tonto para tener todo esto y pretender invadir Moscú”), un error casi tan gordo como el del ciudadano Aguado en el gobierno de Madrid.
Primo por primo, Aguado ha quedado como Plon-Plon, aquel Príncipe Napoleón primo de Napoleón III, y tan lila, que decía no tener que ver con Napoleón I. “Sí, ¡tu familia!”, le decía el Tercero. Pero Plon-Plon, que se las echaba de anticlerical, contestaba comiendo salchichón el Viernes Santo y hablando bien de Proudhon, programa de Ciudadanos en esta contienda electoral, de la que sale Ayuso en andas, mitad Evita y mitad Juana de Arco, la Doncella de Orleans, aunque en su caso a los ingleses los tiene en su partido. El Matriarcado implacable de Madrid, que diría Gecé: “La Mujer ama-de-casa, la Mujer que cuando asciende al Mando en política hace un Estado-cocina-costurero y hasta corralito”, a la que pringan los centristas de lágrimas y mocos.
–Para volver de la tragedia a la comedia, no hay más que sentarse –dijo Napoleón, una vez coronado.
De la tragedia de la libertad a la comedia del toque de queda.
Un amigo francés de los toros, Palette, me pide que dedique hoy unos minutos a pensar en un dato cronológico tremendo: entre la toma de la Bastilla y Waterloo transcurrieron 26 años, y son casi 46 los que han pasado desde la muerte de Franco. La Europa de dos velocidades.
–Para que nos hagamos una idea.
[Jueves, 6 de Mayo]