Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Quizás ustedes no se acuerden ya de Ötzi, el hombre de los hielos, acribillado por la espalda, a lo Jesse James, hace 5.300 años en un glaciar alpino. De la inseguridad ciudadana en el glaciar habla el arsenal que portaba Ötzi: un arco con flechas, cuerdas, un hacha, un bolso de cuero, un punzón y una lezna o ganzúa, aparte unos tatuajes como de marinero de la Piquer.
–C’est épatant! –dictaminó la ciencia forense que practicó la autopsia a Ötzi.
Es el mismo “c’est épatant!” que se le escapa al votante madrileño cuando le preguntan por Edmundo Bal, el Ötzil del Régimen. ¿De dónde sale esta criatura? Del Estado, que en España es la quincallería de un chamaraliro.
Si el cambio climático convirtiera Madrid en un glaciar y dentro de 5.300 años un matrimonio de jubilados alemanes hallara congelado a Edmundo Bal, sólo con el análisis de su cerebro tendrían los forenses el arsenal ideológico de nuestro tiempo político.
Como dos tercios de españolejos (hechos a la servidumbre voluntaria), Bal es un oportunista del Estado, al que sirve como abogado o como diputado, escaño, dice Pablemos, que no ha soltado para presentarse a la cucaña madrileña, por si las moscas. Los forenses del año 7321 abrirían su cerebro y se encontrarían con el siguiente arsenal ideológico: un ripio de Sabina que enloquece a los liberalios (“Que ser valiente no salga tan caro / Que ser cobarde no valga la pena”: fue la cita de autoridades de Rivera al presentarse, como José Antonio, en el madrileño Teatro de la Comedia); una vela a Chaves Nogales (ni Chaves ni Nogales: Centro); y un guiño de mus a la Revolución francesa: el Rey Sol, según Bal, murió en la guillotina por no hacer caso de Voltaire cuando dijo: “No creo en lo que usted dice, pero daría mi vida para que pudiera decirlo libremente”, y hasta aquí la cita de Bal, que se come el corolario volteriano: “Creo en la libertad de pensamiento, pero muera quien no piense como yo”, que es, “c’est épatant!”, la metáfora que Bal aplica “al populismo”.
[Sábado, 24 de Abril]