Paco León, el "Manoulo" de Ava
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
España está infartada, esto no habrá liberalio que lo niegue, y en la calle la reacción ante el infarto es la misma que la de Manolo (“Manoulo”, para la condesa descalza), el chófer gallego de Ava Gardner, que contaba su reacción al golpe coronario:
–Primero recé a Santiago, luego a la Virgen del Carmen, pero cuando la cosa se puso fea… ¡me c… en Dios!
Es la indignación recogida por Abascal en su moción de censura en un sistema cerrado de Estado de Partidos cuyo factor de gobierno es el consenso, y aquí está la madre del cordero.
El consenso, que sitúa al discrepante ante la alternativa de adherirse o exiliarse, es nostalgia de la unanimidad, aquella edad dorada de Trento cuyos decretos doctrinales requerían eso tan nuestro, la unanimidad, como la que ahora hay en las covachuelas políticas para confinar a España todo diciembre hasta la víspera de Navidad, si queda alguien con ganas de zambomba.
El Estado de Partidos, glosado en España por Manuel García Pelayo, no es democracia representativa, sino instrumental, y ya dice Santayana que cuando la democracia instrumental se enamora de sí misma tiende también a exigir unanimidad. De aquí la delirante ladradera mediática contra el juez discrepante de la sentencia de la Manada, o contra la moción de censura de Abascal, que con su discrepancia rompe la unanimidad en el reparto de la túnica federal del territorio (¡aquella ensoñación del segoviano Anselmo Carretero!), unanimidad que desde Zapatero reemplaza la unanimidad inaugural, la del reparto de la túnica franquista del poder. El espectáculo sería fascinante, si no fuera por la necesidad (hambre calagurritana) que nos acarreará.
–Tengo ante mis ojos un espectáculo que no se ha realizado sin la envidia de los dioses, pero, si esta palabra excita su indignación, la retiro.
Palabras de Egisto ante el cadáver de su amante Clitemestra, pero podrían ser de Abascal ante la huesa de España, o incluso de Casado, siendo generosos, ante el raspajo del PP. Una tragedia griega.