lunes, 22 de junio de 2020

No es baloncesto. Es fútbol

 Habrá que recuperar el espíritu del fútbol. Sin VAR

Más sombras que luz


Francisco Javier Gómez Izquierdo

       No me gusta el baloncesto. Hubo un tiempo que vi algún partido de la NBA de Magic Jhonson, Larry Bird, Kareem Abdul Jaabar... cuando llegó el Canal +, pero no disfrutaba nada y no insistí en trasnochar. Los tiempos muertos me espantaban y lo de las faltas personales no soy capaz de entenderlo. Los de mi peña me felicitaban ayer porque el equipo de mi pueblo, en jornada histórica, ganó al Real Madrid, pero me quedé que ni fú ni fá. Es más, cuando llegó la noche y me dispuse a ver a la Real, que me llama mucho más que el equipo de baloncesto que en Burgos juega en la plaza de toros de El Plantío, me acordé, para mal, del basket, como dicen los finolis. Por lo que ha contaminado al fútbol y lo que ha debilitado la tolerancia al choque y la fortaleza del hombro con hombro de los que lo cuentan. Acciones dudosas de falta personal en el mundo de la canasta lo ven como claro penalty los locutores de radio y televisión que ponen los amos del fútbol para convencer a los aficionados del nuevo espectáculo televisivo y su VAR al que estamos condenados. Me quedo alelado ante la displicencia de los comentaristas. Penalty de Llorente a Vinicius que no admite discusión. Penalty el otro día a Messi por chocarse, y digo chocarse, un poquito en el área del Leganés. Penaltys que al parecer no admiten discusión porque para eso está el VAR... y punto. No voy a negar mis dedos de voluntad contra el Madrid -lo de llevarse a Juanito por la cara de Martínez Laredo, aspirante a presidente de la Casa Blanca nos marcó a muchos burgaleses-, pero les prometo que no es pasión enfermiza lo que me domina a la hora de cuestionar la invalidez del gol de Januzaj. O la de Rodrigo antier. Aquí ya no se mira con lupa el bloqueo ilegal del baloncesto y su correspondencia balompédica. Se dictan sentencias injustas sobre la zona de influencia del atacante en fuera de juego, sin vergüenza y sin disimular la inclinación y la búsqueda de la complacencia del poderoso. Ya no vale que el mal colocado se inhiba de intervenir. El árbitro ha descubierto el modo de retorcer a conveniencia el espíritu del VAR y se acerca a la banda a mirar cuando le da la gana. Creo que en los penaltys dudosos tendría que acercarse a confirmar siempre y en los posibles fuera de juego tendría que bastar la palabra del VAR. Pero no. Se mira el monitor en el fuera de juego y se mantiene firme en el penalty favorable a los amos del cotarro. Eso sí, haga lo que haga el árbitro, más tropelías de las soportables para un servidor, ¿qué vieron el árbitro y el VAR en el golazo de Diego Carlos al Levante el otro día para anularlo? Siempre quedará que ha decidido la sabiduría infalible del VAR. Opinión papal, de mis tiempos de los marianistas.
    
 Las derrotas del Mirandés, Numancia, Osasuna y por último la Real Sociedad me amargaron la tarde-noche del domingo, pero no es lo peor el estado de ánimo pasajero de una noche infernal en la que no para uno de sudar y de acordarse del golazo de Januzaj. Lo peor es que en este “nuevo fútbol” los protagonistas más delicados son los mas abusones y para perpetrar sus desmanes se han acogido a la sagrada inquisición del VAR. Muletilla que me soltaba anoche mi cuñado Paco, impenitente descubridor de robos al Real Madrid: “El VAR lo vio claro”. Tendrá que ser así.
      De la dureza y su consecuencia, "oseáse" las expulsiones, mejor lo dejamos.