Hughes
Abc
Escribí el sábado una columna que hacía referencia al tratamiento televisivo de las protestas raciales en Estados Unidos. Dije que el racismo sistémico policial es un “mito” desmontable con sólo mirar las estadísticas. Después, seguí escribiendo de otros asuntos hacia los que apuntaba la columna o columnita, y digo columnita porque es un texto de 2.000 caracteres en la sección de televisión del periódico, lo que hace muy difícil realizar reportajes estadísticos. Esto lo puede imaginar cualquier lector razonable, pero no fue comprendido por algunos empleados de Ferreras que afearon, con desigual estilo, que no refiriera los datos en la columna.
Bien, a continuación acompaño una serie de referencias que apoyan esas dos líneas que escribí. Si originalmente me animó la desahogada desfachatez de mis, digamos, colegas, ahora creo que puede resultarle interesante al improbable lector que se asome al blog.
Heather MacDonald dio en el WSJ unos datos elocuentes. Para empezar, el número de contactos entre la policía y ciudadanos es de 375 millones al año. Ése es el volumen de interrelaciones. En 2019, los policías mataron a 1004 personas, la mayoría armadas o peligrosas. La población negra asesinada (por cierto, aquí la variable del “género” de repente no importa en absoluto) es una cuarta parte, 235 personas, un porcentaje estable desde 2015.
Heather MacDonald dio en el WSJ unos datos elocuentes. Para empezar, el número de contactos entre la policía y ciudadanos es de 375 millones al año. Ése es el volumen de interrelaciones. En 2019, los policías mataron a 1004 personas, la mayoría armadas o peligrosas. La población negra asesinada (por cierto, aquí la variable del “género” de repente no importa en absoluto) es una cuarta parte, 235 personas, un porcentaje estable desde 2015.
Esto se suele relacionar con el porcentaje de población negra sobre el total, que es el 13%, y es la trampa habitual del razonamiento, porque con lo que se tiene que relacionar es con la proporción de interacciones entre la policía y los sospechosos. En 2018, los negros fueron responsables del 53% de los homicidios y del 60% de los robos. Con eso es con lo que hay que comparar el 25% de las muertes.
Hablábamos de personas armadas o peligrosas. En cuanto a las desarmadas, el dato ha circulado en forma de “meme” por la red. El último año del que hay cifras, los negros desarmados asesinados fueron 9, y 19 los blancos; en 2015, hubo 38 víctimas negras y 32 blancas, es decir, que con Trump descendió el número total y además su impacto en la gente de color. Las muertes de personas negras desarmadas a manos de policías supone el 0,1% del total de homicidios negros (7407 muertos). Ésa es la medida de la masacre policial. Además, la mayor parte de la violencia es intrarracial. Los hombres negros son mayoritariamente asesinados por otros hombres negros. MacDonald aporta más datos. Un oficial de policía tiene 18 veces y media más probabilidades de ser asesinado por un hombre negro de las que tiene un hombre desarmado negro de ser asesinado por un oficial de policía.
Un análisis de 2015 del Departamento de Justicia de Filadelfia encontró que los policías blancos eran menos propensos que los oficiales negros o hispanos a disparar a sospechosos negros desarmados, un sesgo de prudencia fácil de entender. El Washington Post publicó un estudio no basado en datos sino en simulaciones en las que los policías blancos fueron más lentos a la hora de disparar a los sospechosos negros.
El hombre negro tiene más problemas con la policía porque se involucra en actos criminales con mucha más frecuencia. No sería el racismo, o no sólo el racismo, sino unos números criminales desproporcionados. Otro autor, Sendhil Mullainathan, preocupado por esa mayor proporción de tiroteos de afromericanos respecto a su porcentaje de población, llegó también a una conclusión parecida. Según él, si existiera un sesgo racista, debería de haber una significativa diferencia entre las tasas de arresto y tiroteo a la población negra, pero no hay evidencia de ella, de lo que deduce la ausencia de sesgo racista en los asesinatos policiales. El problema, señala, es que los negros tienen un desproporcionado número de encuentros con la policía, contactos que no están tan determinados por decisiones de racismo individual como por decisiones administrativas sobre zonas que patrullar o perfiles de sospechosos suministrados por ciudadanos. De nuevo, el “racismo sistémico” es fácilmente invocable pero difícil de encontrar como evidencia.
Durante la administración Obama, la oficina federal proporcionó unas estadísticas criminales según las cuales los negros eran 7 veces más propensos al asesinato que los blancos. Esta es la cuestión de fondo y en ella no se excluye el racismo como explicación, pero aleja el centro del debate de la naturaleza racista de la policía, acercándolo a las razones que explican esa mayor propensión racial al crimen. Una cuestión apasionante de estudio: pobreza, racismo, cultura, costumbres… El llamado “racismo estructural” ni siquiera es una explicación que se asuma generalmente. Intelectuales negros como Glenn Loury la observan con muchas reservas. Y no sólo se trata de un escrúpulo científico, de la preocupación por la causalidad o la bondad de los datos. En el fondo del asunto está el bienestar de la población negra, la necesidad de dar con las causas de ciertos comportamientos y la sospecha de que explicarlo todo con esa noción de “racismo sistémico” deja al hombre de color en una posición pasiva, se niega la posibilidad de una agenda afroamericana, de una responsabilidad en su comportamiento y que pueda haber unas razones propias y específicas. Hablar de “racismo sistémico” es, de alguna forma, racista, y además puede ser inútil para la población negra. Se trataría siempre de una carencia, de algo ajeno que les falta, de algo negativo, de algo que otros tienen y a ellos se les ha de dar, y no tanto de algo propio a conseguir, a eliminar o a modificar. Además, no explica la mayor evidencia de todas: el crimen en América es mayoritariamente negro y de unos negros respecto de otros negros. El Black Lives Matter, tal cual lo conocemos, es una simplificación que no va al fondo del problema. Hay un dato asombroso. A principios de los 90, la tasa de homicidios por hombres negros de 20 años en Los Ángeles fue de 368 por cada 100.000 cada año, cien veces más que en cualquier sociedad occidental, una tasa de muerte por homicidio similar a la sufrida por los soldados americanos en Irak durante el apogeo de la guerra. Ésa es la terrible magnitud del problema, y viene de muy atrás. Convertirlo en algo “trumpiano” o exacerbarlo hasta el conflicto por los 9 negros asesinados en 2019 se parece demasiado a una “narrativa” improvisada para consumo electoral inmediato.
Uno de los estudios más celebrados sobre el racismo policial es el de Roland G. Fryer, un joven académico negro de Harvard. Sus resultados sorprendieron al mismo autor. Fryer sí encontró evidencia de un sesgo racial en la violencia policial no letal. En el uso de la violencia en las interacciones de la policia con la población negra, pero a un nivel de violencia no letal, en situaciones como un arresto. Por eso, el autor ha hablado de Black Dignity Matter, más que de Black Lives Matter. Habría una mayor probabilidad de sufrir un trato vejatorio o violento en el negro sospechoso que en el blanco sospechoso al tratar con la policía, pero el autor subraya, y es lo sorprendente de su estudio, que en absoluto se encuentra un sesgo racista en cuanto a la violencia letal. A la hora de disparar, no hay evidencia alguna de racismo. Las simulaciones, recordemos, hablan más bien de lo contrario: ante un sospechoso de color, el policía blanco reacciona más lentamente.
Hay muchos datos interesantes que no aparecen en la “narrativa” sobre este asunto. Del 2014 al 2016, los años de auge del Black Lives Matter alentado por Obama, los homicidios aumentaron un 24’6%. Si eso no lo explica el racismo policial, ¿quién o qué retórica es responsable de ese incremento en la violencia? Es difícil que la prensa seguidista del partido demócrata (allí y aquí) asuma la responsabilidad.
El 4% de los negros que mueren por homicidio son asesinados por la policía (el 0,1%, vimos, son los desarmados), ¿y el 96%? Ese 96% es fundamentalmente intrarracial. Pero es que el 12% de los blancos e hispanos asesinados son asesinados por la policía, por lo que su tasa es tres veces mayor. ¿Hablaríamos de racismo policial hacia blancos y latinos?
Es un pequeño acercamiento a la mucha bibliografía al respecto. Efectivamente, el racismo sistémico de la policía, asunto complejísimo, es más mito que evidencia, e incluso ese concepto, racismo sistémico, es rechazado o mirado con prevención por penetrantes intelectuales negros que dudan sea científicamente útil y, lo más importante, útil para la solución de los problemas afroamericanos. En lo que nos llega, en ese flujo de información sesgada, sospechamos que esos problemas negros no importan mucho. Políticos y periodistas empaquetan una lucrativa “narrativa” con fines y objetivos muy distintos. Su pereza y falta de cuidado, eso sí, resultan llamativas.