Cruz homenaje de éste 2020 para nuestros cuidadores
Cruz en los Trinitarios. 2018
Francisco Javier Gómez Izquierdo
El permisillo de esta mañana ha caído en día grande cordobés. En el Día de la Cruz. En vez de blanquecinas anatomías maltapadas con ropas de carreristas simulando velocidades de crucero maratonianas por las aceras o bicicleteros pertrechados como si fueran a empezar el Tour de Francia debía haberme topado con la juventud del barrio recogiéndose uncida tras una noche de desenfreno en ese botellón legal que lleva institucionalizado en Córdoba cada puente de primero de mayo ya va para unos cuantos trienios. Creo que este año la autoridad municipal, para intentar recortar tanto exceso, había retrasado la hora de cierre de las barras de las Cruces en una ordenanza que ha resultado tristemente innecesaria.
Es muy agradable salir tempranito con este sol y esta temperatura de tan sensual condición andalusí con idea de recorrer unas cuantas cruces y admirarlas a placer sin el gentío nocturno que las hace rentables y punto de encuentro entre jóvenes ansiosos por beber y relacionarse. Así empezaba el mayo cordobés. Éste es el mes que eligen los españoles en general y los madrileños en particular para invadir patios, judería y mezquita en una migración extraordinariamente agradable y beneficiosa para todos los sentidos. A esta primavera del 20 que tan frondosa y colorida luce desde la ventana la hemos tenido que tapar con el trapo negro de la desesperanza y con la dudosa promesa de salir ¿libres? para el verano. Esa estación en la que todos los cordobeses se encierran en sus casas bajo el aire acondicionado hasta que entre el otoño.
-En otoño e invierno puede que repunte el coronavirus –dicen que dicen los “expertos” y los “científicos”.
-¡Menudo panorama, san Rafael! ¡Anda, échanos una manita que tú eres el que sana!