Hughes
Abc
Acaba de terminar la cacerolada de las nueve en mi calle y es evidente que suena extraña. Suena como un gran batir de huevos. Las de la izquierda las recuerdo más festivas. Aquí es como si parte del barrio estuviera haciendo una tortilla francesa. Es el sonido del anochecer en la infancia, cuando jugabas al fútbol y al subir se escuchaba por todas las ventanas el sonido de las tortillas haciéndose: clac, clac, clac, clac, clac…
La cacerolada de la derecha suena ordenada, doméstica, a gran batir de huevos, y no tanto a golpeo del cacharro. Es menos percusiva. No es el tam-tam juvenil, airado, africanoide de la izquierda que protesta. No es alguien dando cucharazos eufóricos a una cacerola, o igual sí, pero les suena distinto, les suena a tenedor removiendo el huevo. Además es que tampoco duran mucho. Yo creo que duran, eso, lo que tarda en hacerse la tortillita. Al minuto y pico ya parece que tienen la cena y se meten, y se quedan uno o dos oyentes del Luis del Pino ahí rezagados con un sonido lastimoso a omelette de viudo. ¿Cuantas caceroladas han hecho estas personas? ¿Las hacen muy convencidos?
La derecha se pone a hacer una cacerolada y le suena a cazo, a cacillo, y el sonido de la insurgencia le acaba saliendo ordenado y familiar, casi conciliador. Suenan a madres.