Calzarse una camiseta...
Hughes
Abc
La foto del ministro Manuel Castells vestido como si fuera Pablo Carbonell ha levantado una corriente de solidaridad un poco equivocada. La solidaridad quizás se viese espoleada por la sonrisa despreciativa de Hernando (aunque ¿se ríe Hernando de otra forma que no sea ésa?). No es disculpa. En esa defensa de Castells hay algo ingenuo o incluso peor que ingenuo. Es muy listo, dicen, es muy genio, y tiene mucho curriculum, luego puede vestir como quiera. Pero el ministro representa o al menos debería fingir que representa, y por ello debe expresar la dignidad de un cargo. Detrás hay un poder, y ese poder debe manifestarse y respetarse. No es que incumpla un protocolo carca, o una regla sin más para ser observada en una cena encopetada, es que en cierto modo desatiende ciertos atributos del poder que ostenta: la dignidad, la formalidad, la seriedad, la distancia, la altura, la neutralidad…
Ser parte de un gobierno no es un poder personal, es algo público, y por ello debe respetar sus solemnidades y etiquetas. Y en lo que tiene de personal, además, su condición no debe ocultarse. Castells no puede vestir como si no mandase, porque sí manda. Esto es lo que hace Pablo Iglesias, que escenifica una ficción según la cual él viste como si tuviera un negocio de fotocopias en la esquina cuando es un poderoso hombre en el gobierno. Enviar a los demás el mensaje, aunque sea subliminal, de que no se manda, cuando se manda, es un engaño.
Castells puede ser un genio de la sociología y vestir como visten los genios de la sociología, pero está en un cargo público. Es un ministro-genio, vale, un ministro-intelectual, conforme, pero ha de respetar el cargo. Los genios empresariales de Silicon Valley puede ir en camiseta de tirantes y zapatillas de deporte a currar porque la empresa es de ellos, pero el gobierno no es de Castells. Si fuera suyo podría vestir como el genio pluricatedrático que es. Esto es de cajón, o lo parecía, pero no, ¡todo se olvida! ¡Kindergarten Sísifo!
Castells no puede faltar al decoro y solemnidad del cargo que ocupa: 1) Porque no es suyo, es de todos y 2) Porque al hacerlo oculta muchas cosas que deben ser representadas y respetadas. No sólo la dignidad de su poder y su autoridad. También, una relación con los demás que es mejor que no se oculte. Cuando un ministro se pone en vaqueros o camiseta está queriendo abolir una formalidad que no es mera exterioridad, es la expresión de una relación. Esto siempre ha sido así, pero el poder de los socialistas para adaptar la etiqueta a sus gustos (aunque sea al antojo de vestir en camiseta) es considerable.
...no te convierte en Bertrand Russell