Segismundo Moret
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los tejemanejes franceses en la política española indican que Macron, subido en un cajón de gaseosas, nos considera simples “bicots” (chicos de colonias, o así). Mas, como avisó Thomas Bernhard, a que lo meen a uno te acostumbras con el paso del tiempo:
–Bueno, probablemente uno se brinda a hacer de árbol.
Sánchez tiene tamaño de árbol de la masonería, esa explicación popular para tanto encumbramiento inesperado: la gente ve que Fulanito, de puro tonto, no sería capaz de llegar a tal o cual cargo sin la ayuda de una fuerza misteriosa. Y piensa en la masonería. Pero Fernández Flórez tenía sus dudas: si no es la masonería la que recluta tontos, sino los tontos los que se alistan en la masonería, ¿cómo alcanza ésta a ser una sociedad poderosa, capaz de torcer el destino de los pueblos?
A Sánchez le gusta volar (y en eso se parece a Canalejas). “Voy a salir en ese aeroplano”, dijo un día el Rey a don José en Cuatro Vientos. “¡Qué bien, Señor! ¡Y yo también!”, contestó Canalejas, que era inteligente (y en eso no se parecía a Sánchez). “¿Cómo, querido Presidente?” “Sí, Majestad. Y que se fastidien los otros veinte millones de españoles”. Y el Rey, que era aún más inteligente, quedó vencido por sus deberes.
–Me he visto obligado –explicó el monarca a Maura– a despedir a Moret porque, sin mala intención, estaba sirviendo a los enemigos de España. Para calmar la agitación militar, acordamos el nombramiento de dos generales, Polavieja y Weyler. La Embajada en París me comunicó que en aquellas logias masónicas se resolvió impedir el ascenso de Polavieja (“el general cristiano”). Comprenderá usted mi sorpresa y mi indignación cuando a las pocas horas me dijo Moret, sin dar importancia al tema, ni a mí explicación ninguna, que Polavieja no podía ser capitán general.
Por cosas así Marx hizo suya la cita de Hegel de que todos los hechos y personajes de la historia se repiten dos veces:
–Pero se olvidó de agregar: la primera, como tragedia, y la segunda, como farsa.