Montchalin 2019
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El francés medio, según el cliché, bebe vino, no sabe geografía y tiene una condecoración. A madame Montchalin, ministra de Francia, le faltaba la condecoración, y fue a buscarla:
–En nuestra carta de valores no apoyamos alianzas con personas que son antinmigrantes y neofranquistas.
El gobierno de madame Montchalin cruza la muga con los inmigrantes en una furgoneta y los abandona en Irún como se hace con el abuelo en la primera gasolinera al salir de vacaciones. Pero lo que tiene ojiplática a madame Montchalin no es este teatrillo molieresco (todo es molieresco, también el cinismo, en el presidente francés), sino su fe: cree ver a Napoleón encarnado en Macron, la piedra más preciosa de los Rothschild, que deben su fortuna al manejo de información. Primero en su taberna del puerto de Londres, con el pizarrín con las noticias sobre las mercancías de los barcos que iban y venían. Y luego con sus mensajeros privados enviados a la batalla de Waterloo a fin de conocer su resultado antes que nadie en la City que Almeida, el que se ponía nervioso porque no llegaban a tiempo de votarle los “neofranquistas de Vox”, en la jerga de madame Montchalin, quiere traerse a Madrid.
El “mainstream” habla del neofranquismo en Vox con el mismo rigor que lo hace el periodismo de los AC/DC en la boda de Sergio Ramos. Vox está en el consenso del 78, de ahí su extemporaneidad, y los demás andan desde 2001 en el consenso separatista de González y Cebrián, cuyo pasado no es la Convención de Filadelfia del 87. Madame Montchalin es ministra de un gobierno de la V República francesa, surgida de un golpe de Estado de De Gaulle y hoy presidida por Macron, el tipo que se llevó la corte a Versalles, cerrado por la marcha de las mujeres desde 1789, pero donde Sánchez, Casado y Rivera se sentirán como “el panadero”, “la panadera” y “el mozo de tahona”, y por eso hoy añoramos a Giscard, el hombre que hizo su carrera a base de “Oui, mais” al general. Como el ídolo de Ciudadanos.
Montchalines 1789