Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De la “panier a crabes” de Valls salió una perla propia del cardenal Segura (“Vox ensucia el alma”), y nos pusimos con la animástica, como llama fray Gerundio al estudio del alma.
Eché el trasnoche del sábado con un personaje que trató a Manolo, el chófer de Ava Gardner, para él “Miss Eiva”, porque había sido taxista “en Menfis, Ténesi”. Manolo (“Manoulo”, para Ava) era gallego de cuna y de acento (también en inglés) y contaba su reacción al infarto:
–Primero recé a Santiago, luego a la Virgen del Carmen, pero cuando la cosa se puso fea… ¡me c… en Dios!
Esta… “exaltación religiosa”… es la que descubre Albornoz en la cantiga del Rey Sabio sobre el castillo cercado, en cuyas almenas colocan los sitiados una imagen de la Virgen apostrofada (“Se tu es madre de Deus / Deffendend’aqueste Castelo / Et a nos que somos teus”). Déjanla diciendo: “Ueremol’o-que faras”.
El caso es que el socialismo carpetovetónico no debatía sobre el alma desde que Guerra puso a una niña Alma, “como la esposa de Mahler” (¡o como la hija de Schmitt!), tal que Zidane llamó a un hijo Enzo por Francéscoli. Si vuelve el asunto, es por el “moonwalk” censorio de Valls, que hace suya la teología de la Información de Gabriel Arias Salgado.
–Ministro –le preguntó un día un guasón–, ¿es verdad que lleva usted una contabilidad exacta de las almas que se salvan ahora en España gracias a sus métodos coercitivos, y que nuestras exportaciones al Paraíso superan cada mes las cifras del mes anterior?
El ministro contestó con su teología de la Información, compuesta con sus discursos en la Asamblea de la Prensa:
–Parto de Santo Tomás, que dejó sentado que la libertad es la opción entre los bienes posibles, pero excluido siempre el mal (Vox, en el caso de Valls).
–Pero Santo Tomás usó esa libertad mental para meter en la síntesis de su doctrina a Aristóteles –repuso el guasón.
–Aranguren no es Aristóteles –dijo el ministro.
–Ni usted tampoco es Santo Tomás.
Toni Roldán espera en el limbo..