Hughes
Abc
Tiembla el centro. Se van Toni Roldán y Javier Nart. No sólo dos políticos liberales y cosmopolitas como los que más, también dos buenas cabezas por dentro y por fuera. Es una catástrofe capilar para el liberalismo español. ¡Ciudadanos pierde el volumen!
Como no es plan de ponerse ahora una peluca de ilustrado, nuestros centristas más cultos (es decir, nuestros centristas más a la izquierda) se caracterizan por una melenita a la francesa, un poco a lo Bernard-Henri Levy. Javier Nart tiene un pelazo envidiable, que ahí queda. Pero Nart era un clásico. Eso era una melena progre de toda la vida. Es con Roldán con quien se va algo novedoso, distinto. Roldán y su peinado casi casco estaba creando escuela. Un peinado ordenado, pero no mucho, patricio pero con un ligero desflecamiento por detrás. Un ligero “espeluchamiento” que no llegaba nunca a lo de Marlaska, por ejemplo. Era de niño bien un poco enfant terrible. De guitarrista de El Canto del Loco con muchos PhD.
En la escala de los pelos, en la gráfica de los peinados, Roldán no podía decirse de derechas. Era casi Semper, casi Oyarzábal. Pero no. Ni eso que ahora se llama un Cayetano. Tampoco de izquierdas. Había una compostura pija, bien, una suavidad pantene, quizás hasta un narcisismo masculino demasiado evidente en su pelazo. Ni de derechas ni de izquierdas. Pero él se dejaba unos pelillos sueltos, revoltosos, incontrolados, que empezaban a ser imitados. Ibas por Madrid y te veías a gentes con los pelos del cogote desorganizados, como quien se afloja un poco la corbata. Esos pelillos traviesos de Roldán, ese sex appeal de after work ¿qué eran? ¿Qué decían? ¿Para dónde tiraban?
¿Querían desmelenarse y ser ya definitiva melena bohemia o pedían tijera? Tercera vía capilar, tercerismo de flequillo apelmazadito. ¡Había una zozobra ahí! ¡Una intranquilidad! Y se veía lo que de coquetería tiene el liberalio.
Esa melena que estaba pidiendo siempre una mano para recogerle el mechoncillo díscolo constituía un mensaje. El de un centro inquieto. El tupé de Roldán, formalito molón, empezaba liberal y acababa socialdemócrata. Lograba algo muy difícil: la arquitectura viva y el volumen. Se ve ahora que no era Rivera ni era Páramo. Ni mucho menos Villegas. ¿Se imaginan a Villegas con ese pelo? ¡Ojala! Alguien tendrá que recuperar esa sensibilidad, esa posibilidad, ese vuelo en Ciudadanos.