Apollinaire
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Vista por su “trou noir” mediático, España vendría a ser el País de las Amazonas presidido por la paisana de “Polla Santa” (como llamaba Valera a un egabrense padre de tres hijos: “las dos de ellas monjas, y el varón, seminarista”), Carmen Calvo, autora intelectual de la huelga de Estado del feminismo de Estado:
–Yo también he trabajado en el ámbito privado muchos años, soy funcionaria.
Si el ministro Guirao, o Guirado, fuera persona de teatro (sólo lo es de cine, y de Pulpí), los teatros del Estado, para conmemorar el 8 de marzo (fecha impuesta por la III Internacional comunista) habrían programado “La tetas de Tiresias”, de Apollinaire, que incluye cambio surrealista de sexo, con cartelito de Picasso (“Ista, ista, ista, Picasso feminista”) y coros de Max Jacob. Eso fue en el 17. En el 40, la Gestapo prendió a Max Jacob (pagafantas de Picasso), y Cocteau dirigió una carta a los alemanes que firmaron todos… menos Picasso, quien, sin embargo, no se ahorró el chiste:
–No vale la pena hacer nada. Max es un ángel. No necesita nuestra ayuda para echar a volar y fugarse de la prisión.
La Teresa de Apollinaire, en trance de convertirse en hombre, se deshace de sus pechos, dos globos que emprenden el vuelo al ritmo de un vals y que la joven, ya barbada, hace estallar aplicándoles un símbolo de su recién estrenada virilidad: la punta de un cigarrillo encendido. Con este resumen el cubano Orlando González Esteva señala la similitud entre la voz francesa “mamelles” y la indoantillana “mameyes” (“¡Los mameyes de Tiresias!”), base de su tesis: la Tierra (para Colón, “una pelota redonda que tuviere puesta en ella como una teta de mujer”) como un continente único formado por dos masas, y entre ambas, “como una entrepierna femenina del tamaño del globo, o una boca entreabierta a la lujuria de quién sabe qué dioses”, una franja azulísima de mar ecuatorial.
–¿Cómo se dice acostarse de balde? –pregunta en París un personaje de Emilio Bobadilla.
–A l’oeil.