Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ya en los 50, en carta a María Zambrano, preguntaba Bergamín (sí, el del prólogo al libelo de Max Riegler en el 38 contra los poumistas): “¿Piensas lo espantoso que ‘parece que es’ una España sudamericanizada por los comunistas?”
Estamos en lo de Guerrita:
–Quien quiera ver torear a Belmonte, que se dé prisa.
También la “sinjusticia” de Fray Luis parecía revolución de un día, y, sin embargo, vino para quedarse (“Adonde la azucena / lucía y el clavel, do el rojo trigo, / reina agora la avena, / la grama, el enemigo / cardo, la sinjusticia, el falso amigo”...)
–La injusticia –aclara Pemán– es concreta y pasa. La “sinjusticia” es vaga y queda.
A los hijos de Pemán, la Justicia les devolvió la querella contra un concejal comunista que le llama “asesino” porque el ofendido está fallecido, y CP del 95 no recoge el artículo del CP del 73 que permitía a los hijos, en tanto que herederos del honor, a querellarse. ¡Falta de legitimación activa! Además, según Reverte, el del ictus (“sin el humor yo no habría salido adelante”), a Pemán “no hace falta buscarle acusaciones, basta con leer sus poemas”. Hombre muerto, por escribir “El Divino Impaciente”, quien ya había sido depurado por el falangismo, que lo destituyó de la dirección de la Academia por tibieza en el elogio de José Antonio.
–¡Se encendió la lucecita verde! –escribe Bergamín a Zambrano la noche (Nochebuena del 58) que vuelve a España–. ¡Y Pemán ha sido el farolero! ¡Pero en qué farol andaluz! Se lo agradeceré siempre.
A los hijos de Iglesias, en cambio, la Justicia les atendió (a puerta cerrada) la demanda contra el periodista que le llamó “criminal” citando la Causa General, rarísimo historial que va de la pena de muerte conmutada a la protección en el Ministerio de Trabajo por don Ezequiel el falangista del loden con la cosa de haberse casado por la Iglesia en el Madrid del 38.
Es el adelanto de la Memoria Histórica de Rafa Catalá, el jurisperito rusoniano, y por eso uno es un loco de la Censura Previa.