Pasar por el aro
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En Twitter hubo risinas porque Perico Sánchez dijo en Chile, visitando la casa de los Allende, que él se hizo socialista al ver cómo asesinaron… a Allende.
–¡Soy socialista antes que marxista! –gritaba en el 79, cantinflescamente, González, de quien sus compañeros en la Junta Democrática supieron, en el 74, que era “Isidoro” por la radio de la policía, cuando, arrestados, oyeron “¡A Isidoro no!”.
Sánchez nació en el 72. Tenía, pues, un año cuando Allende se suicidó (con Leguina, que entonces era demógrafo, defendiendo, según él, la Casa de la Moneda con un pistolín contra la aviación golpista); dos, cuando “Isidoro” saltó a la fama; y siete, cuando González, con guion de la socialdemocracia alemana, vendió el gato del oportunismo por la liebre del ideologismo que en los 60 tanto había censurado Boyer (¡sí, Boyer!) en “Cuadernos…” ¿Es Perico Sánchez un fantasmón?
Allende (más que él, quienes lo manejaban) quiso hacer de “la Inglaterra de América” que era Chile una zahúrda castrista. No ganó las elecciones, que fueron: Allende (socialista), 36,2; Alessandri (conservador), 34,9; y Tomic (democracia cristiana), 27,8. Sin mayoría absoluta, decidió el Congreso, donde los demócratas cristianos, ¡polvo, sudor y hierro!, eligieron… a Allende, que en el 71 invitaría a su jefe, Fidel, a una “visita de Estado” que, de arenga en arenga por todo el país, duró un mes.
–Lo más reprobable del experimento marxista chileno –en palabras de Carlos Rangel– fue crear un clima de guerra civil propicio a todas las bajezas, y esto en un país que había sido un modelo de la mayor corrección posible en la política.
Allende empleó desde el principio tácticas de confrontación clasista para “concientizar” al pueblo y agravar la lucha de clases. En tres años, cuatro de cada diez chilenos creían apasionadamente que los seis restantes (“insectos” para Lenin, “gusanos” para Fidel) eran un obstáculo perverso al progreso.
Y así fue como el joven Sánchez se nos hizo allendista.