Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el franquismo a los que querían votar los llamaban “rojos”. En el sanchismo a los que quieren votar los llaman “fachas”, y el gobierno se guarece en “la letra de la ley”.
No es que el sanchismo rechace votar. Al contrario. Sánchez, que es cultísimo, sabe que Engels, al prologar “El dieciocho Brumario” de Marx, rechazó los métodos revolucionarios de lucha:
–¿Por qué debemos ir a las barricadas cuando simplemente podemos votar y obtener la mayoría? Que sea la burguesía la que vaya a las barricadas.
Lo que pasa es que, ahora mismo, votando, el sanchismo no obtiene la mayoría, y, una vez “okupada” La Moncloa, la solución no es Engels, sino Pompeyo Gener.
El sanchismo es un pompeyismo pasado por los bares de Chueca, que, según el diario gubernamental, es donde se urdió el asunto. El objetivo del pompeyismo era la Confederación Española, sobre la base etnográfica y geográfica de las antiguas agrupaciones: “Dentro de cada Estado, cada raza se legislaría para su gobierno particular…” ¿Y votar? Contesta Pompeyo Gener:
–En la Confederación Española el sufragio será por medio del voto progresivo, concedido en razón directa de la inteligencia, partiendo del que sepa leer y escribir; y al que ni esto sepa, enseñárselo en un año.
¿Un año? El año que necesita el sanchismo para sus cosas, ateniéndose “a la letra de la ley”. ¿Y al espíritu? No, que el sanchismo es laico (¡ni biblias ni cruces!). Sólo a la letra. Como en el allendismo: “Todos los esfuerzos por mantenerse lo más posible dentro de la letra de la ley, pero por actuar lo más posible fuera del espíritu de la ley”. Se llama “concientización social”, un clima de guerra civil propicio a todas las bajezas.
En tres años, 4 de cada 10 chilenos (“los ingleses de América”) ya veían en los 6 restantes el obstáculo despreciable al progreso y la felicidad de la nación, que en España debe pasar, según Gener, por “una dictadura científica ejercida por un Cromwell darwinista ingerto en Luis XIV”.
¡El astronauta!