La serie de los 70
Tres héroes menesterosos
Francisco Javier Gómez Izquierdo
En los momentos más relajados de la mina, la hora de comer por ejemplo, debo permanecer en silencio por carecer de la mínima opinión sobre un aluvión de series, que desde el televisor o desde artefactos transportables tiene atrapadas a las nuevas generaciones. Mi chico sin ir mas lejos, que ya anda recluido en la preparación del MIR que viene, se sorprende por el nulo interés hacia alguna de las que ponen en el Neflix al que está apuntado, porque, asegura, me gustarían. No tengo paciencia y confieso que la única serie a la que estuve enganchado con auténtica devoción fue una muy antigua de cuando mozo, Historias del año mil, en la que un personaje se llamaba Panocha, bebía con mesura, justo un lito cada trago, y los capítulos eran “puntatas”.
Mira por dónde, para atrapar a todo tipo de espectadores, a mí como al que más, los guionistas de este Mundial de Rusia se han sacado de la manga a la selección argentina, mejor se ha prestado ella misma, para protagonizar una serie con no se sabe aún cuantos capítulos. Los tres primeros han dado muchos de sí. Con héroes y villanos tan atractivos en su cutrez como aquel trío de desgraciados italianos que paseaban en los 70 sus hambres en blanco y negro.
Al equipo argentino le sobran muchas cosas conforme mi modesta opinión. Le sobra un entrenador más ciclotímico aún que los hinchas de la selección que maldirige, pero como la ciclotimia al parecer va en la genética es tara imposible de erradicar; le sobran alineadores con tanto pedigrí que hasta exigen presencias en el once o atenerse a las consecuencias; le sobra Mascherano, más jefazo que jefecito como dan a entender sus modos y titularidades; le sobra esquizofrenia periodística y le sobran futbolistas que se tienen en mucho más de lo que son. Luego le falta calidad en el centro del campo (el mejor y más talentoso ¡válgame Dios! es Banega), un sistema de juego sensato y la inspiración que se espera de Messi, el mito viviente. En uno de los episodios del “..año mil” a Panocha, Carestia y Fortunato -aún recuerdo los nombres por mentarlos en los banquetes de julio con la cuadrilla- los echaron de alimento a los leones; al día siguiente al malvado cirquero lo llevaban los demonios cuando vio que el famélico trío eructaba feliz tras devorar a las fieras. Es lo que puede pasar en este Mundial seriado en el que se nos ha presentado a los cuatro protagonistas: Argentina, Alemania, Brasil y España con hartas dificultades en las primeras entregas. Se ha recurrido a la rareza de un defensa, Rojo, capaz de volear como el mejor delantero centro o a precisar el disparo, Kroos, en plena desesperación como el héroe que suspira aliviado en la última escena de esos Juegos de Tronos que tanto dan que hablar a mis compañeros. ¡Ah! y además aparece el VAR para corregir el error que tanta vida nos daba a los aficionados.
Uruguay es equipo muy bien trabajado por el “maestro” Tabarez, al que da cosa ver en su particular penitencia, desde la defensa que es como se deben empezar las cosas en estos casos hasta la terrorífica delantera con dos fieras expertas en distraer a los mejores cazadores. Creo que podrá con Portugal, pero con Cristiano como con Messi, nunca se sabe. Rusia pasa por cortesía en el sorteo, pero es bastante mas floja que España, nuestro equipo. Las figuras son Cherichev, un suplente del Villarreal, y Dzuyba, un ariete bastante peor que Borja Iglesias, el 9 del Zaragoza.
Francia y Dinamarca llegan a octavos aburriendo, sin dificultades y sin sobresaltos. Grupo soso el C. Croacia, la mejor del grupo argentino ha ganado sus tres partidos y de las ocho clasificadas en los dos primeros días parece la mas solvente. Si a Modric, Rakitic, Perisic y Brozovic les aguanta el físico son favoritos para llegar hasta la final pero me temo que el carácter balcánico, susceptible de caer en la tentación bronquista incluso con el VAR, va a frenar el firme caminar de la mejor selección hasta el momento.
España y Portugal han pasado de la manera que sospechábamos en la última entrega. No transmiten confianza. Tampoco parecen gozar de la tranquilidad que en teoría se precisa en éstas ocasiones, pero ya me he enterado de que a los creadores de series les gusta sorprender en los finales y no siempre ganan los buenos. Cada vez es mas corriente el triunfo del malo que a veces se vale de una tecnología esquiva con el bueno.