Hughes
Abc
Era el minuto de la 34 de la segunda parte del Brasil-Costa Rica. Douglas Costa había revolucionado el juego con su entrada y Brasil asediaba a Keylor Navas. En una jugada muy rápida el balón llegó a Neymar que, a toda velocidad, sacó con clase un recorte en el que iba a caer seguro el defensor. Recortó a Giancarlo González y, una vez superado, al borde del equilibrio, Neymar se venció por lo que parecía un empujón. La reacción del árbitro Bjorn Kuipers fue inmediata. Se llevó el silbato a la boca y pitó.
A esa velocidad parecía un penalti indudable: el tobillo del brasileño había roto al defensa y con la posición ganada éste le hacía perder el equilibrio. Era incluso un penalti inevitable.
Sin embargo, la repetición enseñó otra cosa. Kuipers acudió corriendo al monitor a la salida del túnel y vio la jugada. No había empujón, sino un leve toque y Neymar exageraba. No perdía del todo el equilibrio, movía aparatosamente los brazos y representaba una caída que a cámara lenta resultaba algo vergonzosa. Se quedaba un instante en la posición de bailar el limbo y luego decidía caerse.
El árbitro volvió al área con diligente sprint y anuló el penalti.
Era el minuto de la 34 de la segunda parte del Brasil-Costa Rica. Douglas Costa había revolucionado el juego con su entrada y Brasil asediaba a Keylor Navas. En una jugada muy rápida el balón llegó a Neymar que, a toda velocidad, sacó con clase un recorte en el que iba a caer seguro el defensor. Recortó a Giancarlo González y, una vez superado, al borde del equilibrio, Neymar se venció por lo que parecía un empujón. La reacción del árbitro Bjorn Kuipers fue inmediata. Se llevó el silbato a la boca y pitó.
A esa velocidad parecía un penalti indudable: el tobillo del brasileño había roto al defensa y con la posición ganada éste le hacía perder el equilibrio. Era incluso un penalti inevitable.
Sin embargo, la repetición enseñó otra cosa. Kuipers acudió corriendo al monitor a la salida del túnel y vio la jugada. No había empujón, sino un leve toque y Neymar exageraba. No perdía del todo el equilibrio, movía aparatosamente los brazos y representaba una caída que a cámara lenta resultaba algo vergonzosa. Se quedaba un instante en la posición de bailar el limbo y luego decidía caerse.
El árbitro volvió al área con diligente sprint y anuló el penalti.
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