Carnívora en Álvar Rodríguez, 8.-S. Lorenzo
El gran Rafael, Trueque, 4.- S. Lorenzo
Barrionuevo, 22.- Santiago
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Es muy probable que usted ya estuviera un año en lo patios de Córdoba. Si no ha estado, seguro que tiene pensado hacerlo porque familiares y amigos le han hablado maravillas del mayo que pasaron viendo regimientos de flores formadas con exquisito gusto para que cien mil generales aficionados pasaran revista entre piropos durante diez días. Si sus ocupaciones ni se lo han permitido aún, ni se lo permiten todavía, siempre le quedará la jubilación para apuntarse en uno de esos autobuses económicos donde le pastorearán con cariño por San Basilio... Siempre San Basilio. En Gamonal, en C. Real, en Cádiz.. me mientan San Basilio como quien mienta la Alhambra o la Puerta del Sol y un servidor, sin quitarle mérito a los patios del barrio que empieza bajando del Alcázar Viejo hacia Caballerizas Reales, no se resiste a reivindicar la belleza más serena de la zona de Santiago, S. Lorenzo, Realejo y Santa Marina, que es donde suelo llevar a los amigos que vienen a ver Córdoba por estas fechas. A S. Basilio voy entre lunes y jueves. En fin de semana me niego a hacerlo porque creo que los patios no pueden disfrutarse guardando hasta 50 metros de cola.
Ayer mañana hice el camino al estadio pasando por los patios de S. Lorenzo y Santiago hasta que poco antes de las dos me acerqué al de la calle del Tinte de doña Ana y como había cola y ya era hora de cerrar decidí sentarme en la taberna de los Mochuelos delante de unas raciones. Antes había estado con el amigo Rafael en la calle del Trueque, junto a la iglesia de S. Lorenzo, al que un pintor entrado en años le había usurpado su tradicional asiento para sacar el pozo desde la mejor perspectiva. “Cómo ha cambiado ésto, burgalés..”, me dice Rafael recordando el año 74 “...cuando este patio ganó el primer premio y durante toda la noche que estuvo abierto pasaron por él todos los cordobeses. Ahora ya no vienen cordobeses. Vienen muchos japoneses y hace un rato ha estado hasta uno de Santiago de Compostela.”
Hágame caso y si puede y tiene tiempo pregunte por S. Lorenzo y plántese frente a la Iglesia. Con el plano de los patios que lo encontrará hasta en el periódico del día, recorra los itinerarios sin prisa y sin agobios y casi seguro que sin colas, excepto probablemente en el de Marroquíes en Santa Marina. Éste es visita obligada para que usted se haga una idea de qué era un patio de vecindad. No se olvide de pasear por las calles Parras y Zarco en S. Agustín y ya en la zona de Santiago sería imperdonable que usted se perdiera, viniendo con intención de ver patios, los de Barrionuevo y el Tinte.
De todos modos, con el planillo que le facilitarán en cualquier punto de la ciudad, haga usted lo que le venga en gana, siguiendo los caminos que más le llamen la atención, pero eso sí, fíjese en la variedad y los colores, en la colocación y la arquitectura, en el suelo y en el pozo, en el naranjo y en el limonero, en el agua y en S. Rafael, en la cuidadora y en el cuidador... para que luego pueda hablar de flores con la familia de... pongamos Huesca.