José Martí
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Que la alcaldesa Carmena llamara “jurista” (“usted, que es jurista…”) a la alcaldable Villacís parecía una pulla de señora mala hasta que salió Villacís por TV y dijo:
–Como jurista, lo primero que aprendí es que el Derecho siempre va por detrás de la sociedad.
España acostumbra llamar jurista al leguleyo, pero ¿y si Villacís, “como jurista”, nos desentrañaba el párrafo del 155 que encierra este “estado de excepción indefinido” que escapa a las hermenéuticas de Gadamer y Betti?
–¡Porque ya han pasado los años oscuros! –suelta Villacís, como quien pone un chisguete de sirope en la tortita.
Pero Villacís no hablaba del 155, que eso no lo dieron en Legálitas, sino de la Manada (la consigna del Konsenso soberano es hablar de la Manada mientras se remata el pastel con la Eta), y reclamaba para las cosas de las mujeres la inversión en la carga de la prueba, es decir, que sea el acusado quien demuestre su inocencia, como se hacía durante el estalinismo, cuando los soviéticos no cometían asesinatos, pues quien mataba era un elemento antisoviético. Lo cuenta Dombrovski: “¿Por qué razón un elemento antisoviético mataría a su mujer? Sólo porque la mujer, en tanto que era buena soviética, quería desenmascararlo. Por tanto no se trataba de un simple homicidio, sino que tenía una motivación política, esto es, terrorismo”.
–El gobierno ha de nacer del país –dijo José Martí antes de que naciera Cebrián.
Villacís es del país y va a ser gobierno, pero no pensaba en ella Martí, sino en la América Española, que jugaba a gobernarse “con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia”:
–Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro de un llanero. Con una frase de Sieyes no se desatranca la sangre cuajada de la raza india…
Pero Villacís, que creía que Obama era un pobre niño piojosito rescatado del Rastrillo de Chicago por los Clinton, sabe de Hamilton lo mismo que de Sieyes.