Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Portada del Diario de Ibiza: “La única neuropediatra que hay en Can Misses, condenada a irse por no tener título de catalán”.
Somos el primer país del mundo que prepara (en secreto, “of course”) una Constitución escrita para cargarse la Constitución Material más antigua de Europa. La debilidad (pensar que no se puede ser liberal sin respetar el derecho de los maleantes a perturbar la vida pública) es nuestra fuerza disgregadora. El libre albedrío del Régimen está hipotecado (regalías, argucias, cuquerías) en favor de la región que va de avasallada: Madrid bloquea el crecimiento del cava extremeño y la devolución del tesoro de Sigena mientras pastelea (lo dice el “Guardian”) el cupo catalán a semejanza del vasco-navarro. Los Morlocks al hoyo, y los Eloi, al bollo. Para la Nación, la Constitución sólo es un puente.
En el Estado de Partidos somos las perdices del coto de Santayana. Imaginad, dice el filósofo, un guarda ejemplar que cuida las perdices de un coto. Entre las perdices hay tres partidos. El primero, el conservador, asegura que la caza ha existido siempre y que antes de que hubiera guardas era mucho peor y duraba todo el año. Luego, los radicales o partido republicano, por el contrario, vociferarán que todos ellos son víctimas de la tiranía, caza cebada para la matanza, y que se están preparando para sacarle los ojos al guarda y volar a la libertad de los campos. El tercer partido, liberal, indica que debería hacerse una distinción: el guarda es un buen hombre; el verdadero tirano, que las conservaba sólo para cazarlas y comérselas, es el amo de la tierra, y debían esperar a que el guarda y sus amigos hicieran una revolución y expulsaran al propietario para que, en adelante, las perdices y los hombres buenos poseyeran la tierra, juntos y en perfecta amistad.
–¿Cómo puedo ser yo vuestro enemigo, cuando a no ser por mí y por mi afición a las perdices nunca hubierais existido? –contesta el amo, que hace las veces de Régimen.