Teléfono minúsculo, fabricado para ser" empetado",
incautado a un recluso
Francisco Javier Gómez Izquierdo
-Mirusté por favor si me pueden dar un destino de los de cobrar, el colomato, la cocina ó en la basura mismo, que ya sabusté que lo llevo bien y no hi tenío ni un poblema, ni una discusión y mucho menos un parte.
Un preso, perdón, interno, sin partes ya no es una rareza. Lo era hasta antes de que se crearan los módulos de Respeto, cuando el que más o el que menos debía presumir de indomable y valentón y era raro el que no iba “empalmao” en el patio con estiletes fabricados por habilísimos ingenieros capaces de convertir objetos inanimados en asesinas herramientas. Hoy el interno del Respeto está todo el día ocupado y se le echa inmediatamente en falta cuando deja de presentarse a actividades tales como gimnasio, escuela, talleres cien y todo tipo de terapias: preparación para el primer permiso, habilidades sociales, trato con el cliente, modo de redactar currículos, baile del cha cha chá, etc.
Al interno del Respeto se le pone un negativo por llegar tarde, por no haberse duchado, por hacer mal la cama, por hablar alto en el comedor, por no respetar la cola del Economato... en fin... que el preso de estos tiempos está todo el día pendiente de lo que no debe hacer porque no sólo le vigilan los funcionarios, benévolos en su mayoría, sino sobre todo los propios internos, rigurosos la mayor parte de ellos y ansiosos de dar novedades a los trabajadores penitenciarios.
Conociendo, por mi compadre el "boqui", que siempre anda conmigo, el discurrir de un día en prisión llama la atención la poca adaptación del Régimen de uno de los Jordis catalanes al que al parecer han pillado correspondencia (cartas) en un paquete de ropa de salida, haciéndose merecedor de un parte, como un interno conflictivo de los de toda la vida. El hombre tendría que saber que no hay cuerpo más escrupuloso con las leyes que el de los funcionarios de prisiones y que metiendo sus escritos en uno o varios sobres con su franqueo, remite y remitente e introduciéndolos en el buzón del módulo, el funcionario tendrá todo el cuidado del mundo en la inscripción en el registro de salida correspondiente, para que si hubiera lugar a una reclamación por extravío o intervención ilegal de la carta, el mentado Jordi tenga argumentos demoledores con los que documentar derechos supuestamente pisoteados. No. El señor Jordi cree que los funcionarios son agentes del “enemigo” interesados en conocer sus elegías nacionalistas y pretende, al parecer, pasar de contrabando a los amigos los disparates racistas que le inspiran las musas nocturnas de los cielos de Madrid. Cree el incauto que esconder panfletos entre las braguetas de los pantalones sucios es el modo mas seguro de que nadie se entere de lo que todo el mundo sabe sobre sus aún presuntos delitos. ¡Con lo fácil que le hubiera sido aprovechar el sistema garantista que tan bien le ha ido hasta ahora en la vida y proceder del modo dicho poco más arriba..., va el señor Jordi y se gana un parte! Además y por lo general, la ciencia taleguera suele emplearse en introducir objetos y sustancias prohibidas en las cárceles, no en sacarlas. ¡Qué ganas de llevar la contraria en todo!
De momento que se olvide de un destino remunerado y como se descuide un poco y le pongan otro, le vemos en los módulos que no son de respeto. En los módulos de los irreductibles. De los refractarios a todo tipo de Tratamiento. De los que arreglan sus asuntos en los tigres con una toalla al cuello. De los que no saben muy bien que cosa es Cataluña.