Encadenados
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La escena del vecindario de Huelva despidiendo a los vehículos de la Benemérita que van a Barcelona como si fueran las carabelas que iban a América se une a la escena del guardia civil que en un balcón barcelonés contesta con un fandango (“Fandango, ¿dónde has nacío, / que to el mundo te conoce? / Yo nací en un rinconcillo / que Alosno tiene por nombre, / donde le dan el ‘dejillo’”) al escrache separatista de sardanas a la cazuela, todo lo cual merecía, ¡ay!, un artículo de Pemán que, miren por dónde, ya nos dejó escrito.
–¿Cómo va ya a emocionarnos a nosotros que en el balcón del plateresco Ayuntamiento de Sevilla se enarbole un día una bandera autónoma, de género catalán mal imitado, si cada uno de nosotros hace tiempo que hemos enarbolado ya, en nuestro espíritu, una bandera de brava independencia?
Nada podían enseñar los escrachadores catalanes en materia de autonomía al guardia civil andaluz. La sardana, aclara Pemán, es baile de cuerpo de ejército. La bulería es baile individualista y libre; no admite leyes ni reglas: cada uno se dice a sí mismo sus discursos y se los aplaude. La sardana es el baile de Cataluña independiente; la bulería es el baile de cada andaluz autónomo.
–Aquí hace tiempo que se basta un hombre solo para cantar una copla o para matar un toro.
En la escena del balcón, la sardana de los escrachadores se rinde al fandango del guardia civil. Esa escena pedía un traveling tan largo como el de Hitchcock en el balcón de “Encadenados”: un plano continuo, para no romper el instante de amor.
Hitchcock tuvo la idea en un tren a París. Era domingo y el tren iba muy despacio. Al pie de un muro vio dos figuras minúsculas, un chico y una chica. El chico orinaba contra el muro y la chica lo agarraba del brazo, sin soltarlo: miraba lo que hacía él, luego miraba a su alrededor y volvía a mirar abajo, para ver por dónde iba él. No podía soltarlo.
–Y me dio la idea: el amor no debe ser interrumpido, ni siquiera por una meada.