El arroz caldoso es menos espectacular que el seco. El seco impone ceremonias que recuerdan las de la fiesta taurina. Primermente, se suele ir a ver el arroz cuando aún está en el fuego, y entonces es cuando el cocinero formula algunos vaticinios: como los aficionados van a ver los toros a los corrales y oyen los pronósticos del vaquero. Después la paella es llevada al comdor por brazos riobustos que la muestran -dando una vuelta en torno a la mesa- a cada comensal; algo así como el paseo de las cuadrillas. Y luego se come; se lidia.
Wenceslao Fernández Flórez