Cañada Real
José Ramón Márquez
Me dicen que la Presidenta de la Comunidad de Madrid sí que ha venido hoy a la Plaza. Dudo mucho que una señora como ésa guste de rebozarse en l mugre y suciedad que ostentan Las Ventas como su más característica seña de identidad debido al celo de Fernández, hijo de Fernández, custodio de la incuria y el abandono del Bien de Interés Cultural establecido por Decreto del Consejo de Gobierno 84/1994, de 28 de julio, que a lo mejor la porquería y la falta de aseo es una seña de identidad cultural y debe ser protegida sin que nosotros lo sepamos. Si es así, lo están haciendo de maravilla, la verdad.
A los toros, sean goyescos o de los otros, hay que ir siempre sin prejuicios formados. No vale llevar la faena hecha desde casa, porque luego pasa lo que pasa, que la realidad te pinta otro dibujo y a lo peor ni te enteras de lo que estás viendo, cegado por la venda que uno mismo, a veces, se pone. ¿Quién nos iba a decir que la parte más interesante de la corrida goyesca 2017 iba a venir de la mano de los dos toros de Victoriano del Río? Con lo que habremos denostado de esa infeliz vacada, resulta que hoy han sido los Victorianos los que han ido de Victorinos y los que nos han proporcionado los mejores momentos ganaderos de la tarde. Un sorpresón lo de don Victoriano, que si sigue por este hermoso camino que hoy nos ha mostrado no tardará en alcanzar el olimpo de las ganaderías toristas y empezará a gozar del respeto máximo de la afición. Visto lo de hoy cobra un especial e inusitado interés la corrida de Beneficencia, que si el encierro que manda la razón social Medianillos Ganadera S.L pone en Las Ventas aunque sólo sean tres como los de hoy vamos a disfrutar una barbaridad viendo a El Juli, Manzanares y Talavante poner en solfa sus conocimientos y sus redaños. Hoy en Las Ventas estuvieron Diego Urdiales y Paco Ureña, ambos toreros del gusto de Madrid, donde se les ha reconocido en suficientes ocasiones sus méritos.
Para empezar la corrida echaron dos de Salvador Domecq, Edulcorado, número 44, y Pleamar, número 95. Decimos dos, pero deberíamos decir uno, pues el tal Pleamar duró en el ruedo lo que tardó en encabritarse el respetable con sus condiciones tan blandengues y su predisposición innata al desplome y el planchazo. El otro, el Edulcorado, un toro grandón en el tipo de El Torero, propició un jugoso tercio de quites en que Ureña propuso gaoneras de buena ejecución y Urdiales respondió con una fantasía de chicuelinas, una media y una larga: pura torería en ambos. En ese toro Urdiales sacó lo que viene siendo su seña de identidad como torero, un gusto exquisito en lo accesorio, con remates plenos de torería añeja y un amagar y no dar en lo esencial, sin acabar de organizar la faena de manera satisfactoria e intercalando de vez en vez algún muletazo templadísimo y de óptima colocación. Lo mejor vino con la zurda, cuando el riojano planteó los naturales de uno en uno, lo cual le beneficia en cuanto a las fotografías que le hayan hecho, que serán magníficas, pero en la Plaza deja un poco depauperado el concepto de faena como tal. Pura sujeción a sus principios, que deja en el aficionado el grato sabor de su personalidad junto a la desilusión de que la cosa no se arme de manera sólida formando una faena.
La segunda propuesta ganadera venía de la mano del 9 de Aleas, actual juampedreo de don José Vázquez Fernández, que mandó a la cosa goyesca a Inesperado, número 115, y a Ingenioso, número 117, ambos castaños. Con Inesperado estuvo Urdiales en la misma tónica que en su primero y que hemos descrito más arriba. La diferencia principal entre los dos trasteos estriba en que el bicho iba y venía, con lo que se quedaba más en evidencia la falta de decisión de Urdiales en comprometerse de manera decidida en la ejecución de las tandas: ponía el toro en movimiento, le pegaba el segundo, magnífico, y en el tercero lo echaba para afuera, como quien tumba un castillo de naipes de un manotazo. Así, a base de poner la miel en los labios de la necesitada afición fue apurando el trasteo, con algún natural de gran empaque y, de nuevo con su habitual florilegio de adornos muy toreros.
Luego salió Ingenioso, que, en realidad, es como si fuese el primero de Ureña. Era el vazquezfernandez un toro corto que fue recibido con ciertos silbidos y que anduvo por el ruedo correteando como un gamo con los picadores a ver dónde lo agarraban y cómo. En banderillas el bicho fue por libre cantando su condición mansurrona, pero lo cierto es que no se comía a nadie. El trasteo de Ureña quedó a años luz de lo que habíamos ido a ver en él. Adoptó los modos más contemporáneos, renunciando al más mínimo compromiso en su manera de torear dando lugar a un trasteo mecánico, ayuno por completo de alma y poniendo de relieve lo importante que para este torero es que su toro ponga sus gramos de emoción. Lo pasó por las dos manos, acaso algo mejor por la zurda, y no se veía el momento de que aquello acabase.
Y en esto llegaron, con su divisa negra y amarilla en la espalda, Regato, número 82, y Curioso, número 4, de don Victoriano del Río Cortés. Fue salir Regato a la Plaza y entrarle el susto al peonaje. Ya algo le vieron, porque desde el principio no se fiaron de él. Bernal le atizó por ver de atemperar su condición y luego, en el segundo tercio, se sucedieron las carreras y el capoteo y los peones pasaron sus fatiguitas para ir dejando los palos donde Dios les fue dando a entender. Urdiales agarra la franela y se planta en los medios y allí se lleva al toro a principiar su obra. Esa decisión dura los preliminares y poco más hasta que el toro se le cuela feamente, momento en que dándose por enterado de su condición se trae el bicho hacia el tercio y replantea su estrategia ya decididamente orientada a resolver la papeleta y dar fin de Regato, que se puso a recorrer el ruedo en sentido horario, casi completando la vuelta, hasta que Urdiales lo cazó frente al ocho.
Y luego Curioso. Tras haber tomado una vara con fuerza, fijeza y empuje, en la que cobró bien y de acudir con presteza a la segunda en la que se le picó poco y mal, tras un tercio de banderillas en que acudió con decisión a los cites, Ureña se planta en los medios y cita con la muleta plegada, el cartucho del pescao. El toro se arranca como una exhalación desde el burladero del 6 y Ureña le aguanta con una entereza que no es de este mundo pegándole el muletazo y componiendo un inicio de faena absolutamente impresionante. A continuación le saca una tanda de naturales, puro toreo de poder a poder que pone la Plaza a revientacalderas. No se puede estar mejor. Baja de intensidad el trasteo en la tanda siguiente, al final de la cual el torero se amontona con el toro, siendo éste el momento crucial de la faena, pues el animal, desde ese momento, descubierto el truco que hay tras del trapo, cambia de una manera espectacular, como hace años que no veíamos, y comienza a buscar al torero, que a duras penas sale de las series trompicado, medio cogido, a cabezazos. Hermoso pugilato el de Ureña y Curioso, pelea del MGM de Las Vegas, en la que vence el toro, pues hay un momento en que el matador ya sólo pone su denodado valor como argumento superior y nada de lo que la ciencia taurómaca dictamina para hacerse con animales de las condiciones de Curioso. Ureña, como un poseso sólo sabe volver a la pelea, donde se ventila la tarascada y la cornada y pretende vencer al animal con su valor y su corazón. Esto llega de manera muy neta al tendido, que sobre la certeza de la derrota del hombre frente al toro toma partido por su denuedo y le empuja: no se habla ya de toreo, más bien de heroísmo. Todos empujan a Ureña cuando se tira a matar para cobrar una estocada desprendida que, tras un rato, acaba con la vida de Curioso, que se traga la muerte hasta que no puede más.
Para mí que hoy hemos visto un toro bravo de Victoriano del Río.
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