Salida de La Soledad del Caído
La Virgen de los toreros en San Cayetano
Las Angustias
Juan de Mesa en 1627
Cristo de Gracia
"El Esparraguero" a la salida
Por la Puerta del Perdón y tras el Cristo de la Caridad, la Legión
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Gente. Gente por donde quiera que vas. No es gente amargada a la que arrancar votos. Es gente corriente. Gente que cree a su manera. Gente orgullosa de “empatizar” con las Dolorosas y que se santigua y llora a su paso. Llora doña Angustias, la vecina de Santa Marina, a la que el padre puso nombre de la madre del héroe, llora el maestro de escuela del Concepción Arenal y llora el veinteañero de Facultad. Furtivas lágrimas en la “levantá” cuando el capataz grita con sentimiento: “al cielo con ella” “todos por igual, valientes”. Tras el clack, miles de dedos secan la humedad del párpado. Impresiona lo suyo tanta devoción.
Jueves y Viernes Santo son días grandes. Días en los que todo Córdoba sale a la calle y busca su sitio de todos los años, pero ¡ay! en esta Semana Santa se han modificado las rutas y los cordobitas veteranos, serios anónimos que se visten como para ir de entierro elegante con su traje y corbata de respeto, se han dividido entre la plaza de S. Agustín a esperar a las Angustias y entre, los más, la plaza del Alpargate a pedir al “Esparraguero” -el año que viene, cuatrocientos años de su llegada a Córdoba desde Méjico- por la familia.
Desde los Padres de Gracia -el Esparreguero se llama Cristo de Gracia- donde me junté con mi doña y el chico, callejeamos hacia la Mezquita. Era cosa digna de admiración la cantidad de gente esperando desde antes de S. Pedro hasta S. Francisco. En el río no estuvimos por temor a quedar atrapados, pero me cuentan que la bulla daba miedo. El Patio de los Naranjos se ve que no acaba de convencer a los cordobeses por parecerles más una posible encerrona que un lugar privilegiado, pero les aseguro que pocas poblaciones disponen de sitio más admirable para representaciones tan sobrecogedoras. Me moví sin agobios desde la puerta del Perdón a la recién abierta y de la de las Palmas a la de Santa Catalina. El último en llegar, precisamente el Esparraguero, entró y salió por la misma puerta. Por la recién abierta, pues la tremenda envergadura de la cruz le impide cruzar la de las Palmas, circunstancia que venía advirtiendo mi chico, como me he hartado de recordarles, capillita de la familia trinitaria. Es más del Rescatao que del Esparraguero, pero este último tiene una banda de música que “p’aqué” que también acompaña el domingo de Ramos al paso con el que comparte convento.
Como las obligaciones me llaman, en la tarde-noche del Jueves Santo acaba mi agradable -cada año disfruto más- seguimiento de la Semana Santa, a la que le he encontrado los vericuetos del callejero para poder llegar a los rincones más singulares con la sensación de pertenecer, a fuerza de trienios, a una familia de casi trescientos mil cordobeses. Mucha gente de verdad. En el Patio de los Naranjos ¡válgame el Señor! vi gente que concejaleaba en el Ayuntamiento antier mismo por el partido de Izquierda Unida.