Valle de Esteban
Víspera de Navidad
Ignacuio Ruiz Quintano
Abc
Decir “Happy holidays” donde siempre se dijo “Merry Christmas” ha sido durante ocho años la solución de Obama para su propio conflicto de identidad progre, incluido el tercermundismo laico.
En España, la TV del Consenso, que tiene un director de Huelva, de donde partieron las carabelas, dice lo que diga Obama, y despacha las fechas con un “Felices fiestas” a juego con el Humanismo y Democracia del nuevo Tanque de Pensamiento de María Soraya, una cosa, al parecer, entre el artículo “La crisis del espíritu”, de Paul Valéry, en el 19, y la carta “Sobre el humanismo”, de Martin Heidegger, en el 46.
El mensaje de Valéry fue que también la civilización es mortal, y ahora, en esta loca carrera humana por alcanzar la civilización de los frailecillos (“fratercula arctica”), Noruega toma ventaja al prohibir a los niños cantar villancicos con letra (sólo se permite el tarareo).
–Ésta (se refiere a la Navidad, sin nombrarla) es la fiesta de la curiosidad –dice Carmena, un personaje que volvería loco al doctor Esquerdo y cuya única razón de ser es hacer de liebre para los tertulianos, que con el ruido que levantan comentando sus gamberradas mantienen a la opinión pública alejada de lo importante.
¿Por qué el comunismo y el nazismo persiguen el pesebre?
Madariaga, a quien los comunistas llaman “tonto en cinco idiomas”, lo explicó en una alocución radiofónica en la BBC en la Navidad del 45:
–El verdadero regalo espiritual de la Navidad es que el hombre no puede negar su humanidad sin caer en lo animal. El pesebre produjo una corriente educadora de vigor incalculable. Por eso Hitler se dedicó a la gente joven, para arrancarle de raíz todo elemento de cultura cristiana. Así se explica que Irma Greese, ahorcada hace quince días por su conducta en Belsen, hubiera perdido a los 22 años hasta los sentimientos más elementales de caridad.
Madrid tiene de concejal a un gagman de la Shoah, cuyo líder reduce el Holocausto a “un mero problema burocrático”.