Gol de Rodri de penalty
Francisco Javier Gómez Izquierdo
¿Cómo se puede convencer a alguien que un partido que se ha perdido por 1-3 estaba encarrilado con 1-0 y con manifiesta superioridad en el terreno de juego? La respuesta es fácil. De ninguna manera, porque los partidos duran 90 minutos y a los entrenadores de fútbol en muchas más ocasiones de las que sería perdonable, les asaltan arrebatos incomprensibles para los espectadores. Digo espectadores y no aficionados.
Pedía y pide un servidor paciencia con el míster Luis Carrión, por gustarme la firme decisión de buscar un revulsivo a la triste y apática trayectoria de un equipo valetudinario, con perdón, por mor de la displicente atención del entrenador Oltra, al que Dios guarde muchos años.
Luis Carrión planteó bien el encuentro ante el Cádiz. No tuvo sustos atrás y el gol amenazó con hacerse presente en tres o cuatro ocasiones claras, resueltas dos por el portero Cifuentes, 37 años tiene el hombre, y otras dos malogradas por impericia local. Penalty claro a la hora de juego del impulsivo central cadista Sankaré y gol de nuestro delantero Rodri, del que esperamos no rompa la racha. La tarde transcurría plácida y sin sobresaltos.
En esto, minuto 65 o así, Álvaro Cervera, al que el árbitro había expulsado hacía dos minutos, quitó a Eddy Silvestre, un centrocampista del que jugando en Córdoba ya dijimos que ni siquiera estorbaba, y sacó a Aitor. Carrión movió también ficha y sacó del campo a Juli, el más entonado del once. Pero es que después, con el empate, nuestro entrenador quitó a Borja Domínguez y Javi Galán, los otros dos centrocampistas destacados, para poner a Ríos, Alfaro y Piovaccari, veteranos de los que me da la impresión que intimidan al joven Luis. Piovaccari, no deja de ser un tanque sin velocidad al que sólo se le puede pedir que salte a rematar los centros que no van a aparecer, ausente el elegante Guille Donoso, el más exquisito de los nuestros que no se sabe por qué hoy no ha jugado.
El Cádiz, limitado técnicamente, pero con un delantero temible, Ortuño, al que no se le puede perder ni un segundo de vista, aprovechó la locura transitoria de nuestro lateral Antoñito, y el desbarajuste en las sustituciones para marcar el empate. Con el Córdoba volcado en terreno amarillo los envíos desde la banda al buen tuntún de un Esteve asfixiado provocaron varios contraataques gaditanos mortales de necesidad. De nuevo Ortuño y el veloz Aitor García, un muchacho de Gibraleón, dieron rotundidad a un resultado, quizás exagerado, pero totalmente lógico atendiendo al desarrollo del partido y las decisiones técnicas en los banquillos.
Del Cádiz me gustó sobre todo Ortuño, un delantero ideal para la 2ª; Abdullah, un negrito que me parece el amo del equipo, y quizás el poderío por alto del peludo Aridane, y Sankaré, el otro negrito, al que podían haberle pitado un penalty más en una extraña reacción ante Rodri.
Caen bien los aficionados amarillos, pero alguno empieza ya a contagiarse de esa peste odiadora que cuatro necios quieren sembrar en la ciudad y vomitan insultos en casa ajena sin la más mínima educación. Cuidado con ciertas cosas, amigos. No olvidéis que sois del Cádiz y os debéis al gran Mágico González.